domingo, 12 de agosto de 2018

El paquete.



Está en un rincón, esperando a que otros decidan su destino. No puede moverse si la voluntad ajena así no lo dispone.

No llora, no ríe, no siente. No piensa, ni pide. Está, como algo que molesta, o como un adorno, según con qué lo hayan envuelto.

A veces está vacío, con un papel de color llamativo y cintas que lo destaquen. No tiene nada, sólo ocupa un lugar hasta que otro objeto más hermoso sea destinado a lucirse en ese rincón.

Otras, está lleno de información,de recuerdos, de emociones que alguna vez recorrieron un cuerpo con la fuerza de la vida. Tiene pequeños tesoros que fueron guardados con la ilusión de atrapar un momento del tiempo, un instante que si o si se fugaría, pero que pudo atraparse en esa pequeña memoria que le damos a las cosas.

Los paquetes dependen de que alguien los recuerde, los busque, los abra y les de un sentido. Para luego dejarlos ahí, nuevamente esperando que su dueño los resucite cuando tenga ganas.

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