domingo, 28 de diciembre de 2014

Revisando el armario.


Muchas veces nos encontramos que al abrir las puertas del placard, descubrimos "trapos viejos" que conservamos vaya una a saber por qué razón. Tal vez porque los usamos para alguna ocasión especial, quizás porque en esa prenda guardamos ilusiones que, a la larga, no se concretaron, o puede ser que hallamos vivido momentos importantes y la guardamos como una reliquia.

Pero ya está pasada de moda, huele a tiempo y a recuerdos, sus colores han cambiado, y tampoco su estilo es de alguna utilidad práctica. Nos dá pena ese vestido/traje, porque nos aferramos a algo que ya hemos perdido. Pero conservarlo implica que ocupe un lugar que necesitamos para algo nuevo, para algo mucho más práctico, que nos haga sentir cómodos con nuestro estado actual, porque el paso del tiempo modificó no solo nuestros cuerpos, sino tambien nuestras almas.

En la vida conservamos cosas a las que les adjudicamos una emotividad que no tienen. Nos hacen sostener algo que, tal vez, nunca más volverá a nuestras vidas. A veces objetos, a veces personas, que, como ese vestido de nuestra juventud, al ponernoslo nos apreta, nos molesta, nos queda incómodo y corremos el riesgo de romper las costuras ante cualquier movimiento...sintiéndonos culpables de cualquier ruptura.

¿Cuántas personas hoy ocupan un lugar en nuestras vidas, y sin embargo están ahí, ocupando un lugar, sin poder disfrutarlas, porque nosotros crecimos espiritualmente y ellas se quedaron iguales, colgadas, desteñidas, como esa vestimenta, y que tal vez necesitan tambien que las retiremos del armario, que les demos vida, quizás que las dejemos en manos de alguien que les encuentre un sentido a su forma, a su diseño, a sus ideas?

Nos aferramos a objetos, a personas, a cosas que nos impiden evolucionar por prejuicios, por miedos, pensando que tal vez mañana, o algún día, podremos volver a usarlos o a compartir con ellos algún momento semejante a los de antaño.

Abramos el ropero de nuestras vidas. Revisemos que nos sirve, que nos "queda bien", que seguiremos poniendonos cada mañana y qué, en realidad, lo tenemos ahí porque nos da culpa, pena o simplemente lo conservamos porque creemos que aún podemos recuperar eso que se perdió hace tiempo.