domingo, 26 de abril de 2020

15 días. (Crónicas del Coronavirus).



Ya perdí la cuenta de hace cuántos 15 días no te veo. El tiempo parece detenido en ese instante en que supimos que, por quince días, no podríamos tocarnos, sentirnos, olernos.

Pero esto que no sabemos qué es insiste en quedarse, en persistir a nuestro alrededor. Inventamos formas de comunicarnos, de hablar, de sabernos cerca.

Toco la pantalla de mi teléfono, mientras una lágrima rueda por mi mejilla. Sonríes mientras me cuentas un chiste, algo gracioso, que me saque de mi melancolía, que solo pide un abrazo tuyo. Ya lo sé, no se puede.

La distancia que nos marca este tiempo es una prueba que no me esperaba. Si, extraño tus besos. Si extraño ese abrazo envolvente que me dabas. Si, extraño ver tus ojos sin la barrera que impone el celular.

Tu voz susurrando en mi oído, el perfume de tu piel (a nadie le digas que conservo un suéter olvidado, que huelo cada noche, para sentirte cerca).

La paciencia nunca fue mi mejor virtud y, sin embargo, me reconozco aprendiendo en esta etapa algo nuevo, impensado, sublime. Aprendo el amor que no se agota en una noche. Aprendo del deseo que significa solo oír tu voz. Aprendo a saber esperar, y saberme esperada.

En quince días, probablemente, dirán que debemos esperar otros 15 días para poder continuar eso que quedó suspendido en medio del coqueteo y el romance.

15 días, nunca hubiera pensado que eso representaría una eternidad.

#QuedateEnCasa

Imagen tomada de la web
© Cristina Vañecek-Derechos Reservados 2020

miércoles, 22 de abril de 2020

Elección.



El destino los había unido. Nunca se sabe si el camino compartido será por un trayecto o hasta el final. Solo se disfruta ese tiempo de conocerse y aprender lo que el otro nos viene a ofrecer. Sin embargo, no todos comprenden eso, no siempre se comienza a recorrerlo con la única certeza de que nada es eterno.

A veces nos dejamos llevar por la fascinación de lo nuevo. Por esas ganas de descubrir en el otro algo que aún ni siquiera conocemos de nosotros mismos.  Por el deseo, inconsciente y primitivo, de ser los habitantes de un paraíso terrenal, en donde no haya dioses ni manzanas.

Pero (siempre hay un pero, un maldito pero) llega un momento en que la ruta nos impone decisiones individuales, porque hemos trabajado para lograr algo personal, porque debemos ceder lo que conseguimos para satisfacer al otro, o, simplemente, porque el otro no acepta algo que para nosotros es natural.

"Tus alas o yo", le espetó él, a modo de imposición, pensando que ella se las cortaría en señal de amor.

"Tus alas o yo", exclamó, absolutamente convencido en su soberbia de que ella haría hasta lo imposible por evitar que se vaya.

"Tus alas o yo", volvió a gritar él, sin notar que la ventana estaba abierta, olvidando que la vida la había puesto en situaciones similares tantas veces que ya no tenía dudas sobre lo que quería.

Miró hacia el cielo, abrió los brazos y voló, sabiendo que el aire se había vuelto irrespirable, que la libertad tiene un precio a veces muy alto y que él jamás había comprendido que amar es volar juntos y no cortarle las alas al otro.

Imagen tomada de la web.
© Cristina Vañecek-Derechos Reservados 2020

lunes, 20 de abril de 2020

Distancia (Crónicas del Coronavirus)



Estas ahí, del otro lado de un simple vidrio. Y, sin embargo, siento que estás del otro lado del océano, en algún rincón profundo de la galaxia.

No puedo tocarte, ni darte un beso, ni abrazarte. Tengo que imaginar tu sonrisa detrás de un barbijo que nos hace comprender algo que, tal vez, habíamos olvidado: lo que dicen las miradas.

Adivino si esa lágrima que intenta asomae por tus ojos es de alegría o tristeza. Tu voz tiembla, preguntando por todos los que no puedes ver. El teléfono no te alcanza para mitigar la soledad de las noches, y jamás reemplazará tus tertulias hasta la madrugada, en donde charlabas con tus amigos, acompañados de comida y un vino.

Si, mitiga un poco que hayas aprendido a usar algunas tecnologías, pero se que te cansas rápido de ellas. Yo, yo también extraño el calor de tu mano sobre mi hombro cada vez que sentís que desfallezco, que adivinas que algo no está bien y, aunque no te lo diga, me das fuerzas con ese gesto tan simple y que hoy necesito tanto!!

Te veo como a un preso, detrás de ese cristal, que te cuida, te protege y jamás pensé que alguna vez tendrías que cuidarte de mí, que los que te amamos podríamos ser un peligro para vos. Pongo mi mano a la altura de la tuya, hacemos coincide nuestras huellas, como reconociéndonos más allá de los rostros.

Cuando me voy, me destroza saber que,  si giro la cabeza, te veré en esa misma pose, como pidiendo a gritos tu libertad. No quiero que me veas llorar, porque no sé si soportaré verte sufrir y querré romper esa barrera para refugiarme en tus brazos, hasta que todo esto acabe. Hasta el próximo encuentro. Te estoy cuidando.

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© Cristina Vañecek-Derechos Reservados 2020

sábado, 11 de abril de 2020

Tiempo. (Crónicas del Coronavirus).



¿No te pasa que tenés que mirar el almanaque más seguido que antes? ¿Que al poner la fecha para algún trámite o documento que tenés que hacer, se te hace increíble que ya sea está fecha? ¿Que haya pasado tanto tiempo desde que saliste a la calle por última vez?

En este domingo eterno, sueño que me despierto y, al ver la hora en el reloj, me angustio porque me dormí para ir a trabajar y, en el mismo sueño, mi madre me tranquiliza diciéndome que hoy es sábado, que no me preocupe.

Me queda clavada en la memoria la hora que vi en la pantalla de mi teléfono, pensando en jugar esas cifras a la lotería...y recuerdo que no hay lotería. Que los significados de los sueños ya no significan nada y que el sábado, el domingo o el lunes se parecen entre sí. Que ya es viernes y tu cuerpo no tiene la menor idea, porque no hay plan, no hay salida, ni programa...aunque eso solo fuera quedarte en casa a descansar!!

No son vacaciones, no es una licencia, no ponemos la mente en blanco y a olvidarnos de todo, porque nuestro cerebro está a la espera de esa noticia que nos inyecte la única emoción esperada: el fin de la cuarentena.

Mientras tanto, seguimos en esta rutina sin rutinas, en este silencio que nos aturde, en este aislamiento que nos prepara para algo que aún no sabemos qué es.

Comemos, cocinamos, tenemos, miramos series, hacemos ejercicios, o simplemente no hacemos nada, esperando ese algo que nos sacuda de este letargo impuesto, pero necesario.

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Imagen propia.
© Cristina Vañecek-Derechos Reservados 2020

miércoles, 8 de abril de 2020

Miradas. (Crónicas del Coronavirus)



A tanto que nos quejábamos de los estereotipos de belleza, esta nueva realidad nos impone un descubrimiento distinto.

Ya no habrá tanto cuerpo expuesto, tanto restregarse uno con el otro, tanto sexo por el sexo mismo como justificación para el amor, para ese amor que te hace sentir solo, vacío, aislado.

Vaya paradoja, que antes, rodeados de tanta gente, nos sentíamos tan solos. Que invadidos de gritos, estábamos aislados. Que llenos de tantas cosas, estábamos vacíos.

Ahora solo nos queda mirar a los ojos. Descubrir una luz, un gesto, un algo que nos indique que detrás de ese trapo que nos tapa la boca, hay algo más...¿Será que es el tiempo de no decir ya nada, y solo observar, para descubrir quienes somos, quién es el otro?

Ahora nos queda mirarnos, de lejos, desearnos sin poder tocarnos, sin la caricia ardiente, sin la piel que se come como una fruta deliciosa.

Ahora es tiempo de dejar madurar las manzanas del deseo, de esperar que la vida nos de permiso para disfrutar del otro. Pero está vez, de verdad. Quizas, el tiempo, nos está regalando una oportunidad que no estamos viendo...

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© Cristina Vañecek-Derechos Reservados 2020

martes, 7 de abril de 2020

Vacío. (Crónicas del Coronavirus).



Andar por la calle tiene ese qué sé yo de primer extraterrestre recien bajado de la nave. Es como reconocer, nuevamente, este mundo extraño que nos rodea. Ya casi nadie camina por la calle y aturde tanto silencio.

Poco a poco voy perdiendo la costumbre de mirar si viene algún vehículo cuando cruzo la calle. Simplemente, porque no viene ninguno. Y podría estar horas parada en medio de una avenida hasta que sienta la necesidad de apurar el paso y correr hacia la otra esquina.

Los juegos de las plazas están ahí, inertes, esperando que el viento haga alguna travesura para justificar un poco su movilidad, como si pequeños fantasmas estuvieran hamacándose o treparan por sus escalones. Si fuera el extraterrestre, no comprendería cuál es la función de esos esqueletos, plantados en medio de tanta soledad.

Las flores de los últimos días del verano crecen sin que nadie las huela. Y pocos son los que las observan, fotografiando su belleza. Algunos, afortunados, las ven detrás de un vidrio, añorando el día en que puedan volver a salir.

El extraterrestre del principio hoy no sabría bien quién hizo todo este mundo, lleno de construcciones y estructuras, en donde la naturaleza ha comenzado a ganar espacio y los humanos hemos tenido que acurrucarnos en nuestras madrigueras...hasta nuevo aviso.

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© Cristina Vañecek-Derechos Reservados 2020

domingo, 5 de abril de 2020

La extraña gente que me rodea. (Crónicas del Coronavirus).



Salgo a la calle. Tengo que comprar algunas cosas para abastecerme y me asombra el silencio. ¡Tan cotidiano se me había hecho el ruido de motores y bocinas!

Ando unas cuadras. Pocas personas dando vueltas. Algunas más desenfadadas que otras. Unos como que no les importa o no asumen que hay una pandemia. Los otros, aprietan el paso, nerviosos, para llegar rápido a su hogar.

En la fila del supermercado ya se ven caras más serias. Algunos se ocupan de ver sus celulares, otros miran al cielo, a la calle, a los costados. El espacio que impone el distanciamiento social hace que puedan establecerse pocas conversaciones banales, como esas que teníamos antes sobre el clima, el escándalo mediático del día o la última suba de impuestos.

Poco a poco avanzamos y me llega el turno de ingresar. Con un aparato me miden la fiebre y en un segundo pienso en qué ocurriría si me da más de lo normal, en cómo se enteraría mi familia, en que no tengo idea de cómo funciona todo esto. Por suerte doy bien y paso hacia el interior.

La escena se repite. Pocos ruidos, casi nadie hablando entre sí de cosas banales, todos apurados por volver a nuestras casas. Algunos se tapan la cara con barbijos e imagino que, tal vez, nunca más veamos el rostro completo de alguien en la calle. Que quizas sea algo que reservemos solo para los nuestros, los más íntimos.

Regreso a mi casa llena de sensaciones extrañas, pensando en que mundo nuevo nos deparará la vida cuando todo esto acabe. ¿Acabará?

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© Cristina Vañecek-Derechos Reservados 2020

jueves, 2 de abril de 2020

Crónicas del Coronavirus



Una se levanta a la mañana todos los días. Lo hace como una rutina, sin prestar atención a los detalles. Se prepara algo rápido para tomar como desayuno, se viste casi sin prestar atención, agarra su cartera, teléfono, llaves y sale a la calle.

En la calle se encuentra con cientos de personas. Nadie se conoce entre sí. Nadie sabe nada del otro. Algún refunfuño por un conductor que hace una mala maniobra, esperar los semáforos, llegar al trabajo, y cumplir con sus obligaciones.

De repente un día te das cuenta de que tus rutinas tenían un valor excepcional. Que cada paso que das tiene un detalle especial. La forma en que preparas el café o el mate, o el té. Como te sentás en la mesa, con quién.

Le prestes más atención a los pasos de tu ritual al vestirte, al peinarte, al salir. Ya no es lo mismo tomar las llaves, el teléfono. Cada objeto ahora es un potencial peligro. Hay que tener en cuenta otras costumbres.

En la calle andan pocos vehículos. Te asombra no tener que estar mirando a los cuatro costados, porque hay espacio de sobra.

Ya no podés saludar con un beso a tus amigos o conocidos. No podés compartir un mate. Cada persona con la que te cruzás es un potencial riesgo de contagio.

Todo cambió. Nada es igual. Aprovechemos a darnos cuenta de las cosas que nos estábamos perdiendo. Rescatemos todo este nuevo mundo que nos abre posibilidades de aprender algo nuevo.

#CoronavirusEnArgentina #MarDelPlataSeQuedaEnCasa
#QuedateEnCasa

El mundo gira. (Crónicas del Coronavirus).

El mundo gira. (Crónicas del Coronavirus).

La vida sigue, a pesar de esta monotonía repetida. Algunos podemos romperla por nuestras tareas. Somos "esenciales", aunque a veces me pregunto bien qué significa eso. Todos los somos, en cierta medida.

Los programas se concentran en los datos de contagios, testeos, muertos. Parece una competencia entre países, a ver quién tiene menos o más víctimas del virus que llegó para ¿quedarse? Ya casi no se habla de otros temas, y los otros pocos asuntos de los que tratan, da vueltas en torno a esta calamidad incontrolable.

Pero el mundo sigue girando. La vida de abre camino y nacen niños. Los cumpleaños se suceden, las tortas ahora son las sencillas, pero no menos exentas de amor. Siguen habiendo milagros, el amor se sucede gracias a las redes y las familias, muchas, reafirmaron un lugar de encuentro al que, tal vez, le restaban importancia. La casa volvió a ser un hogar.

El mundo sigue girando. En algún lugar del planeta está regresando la primavera, la naturaleza está renaciendo y con ella, la esperanza. En algún lugar, alguien llora por un corazón roto; en otro, cuentan los días para volver a verse con esa persona a la que se extraña el aroma, el tacto, la mirada.

El mundo sigue girando. Nos guardamos para protegernos y cuidar a los nuestros. Puertas adentro, te abrazas a esa persona que te ancla a a la tierra, que te salva de toda la locura y sonreís. Porque el mundo sigue girando, a pesar de todo.

Cuidate. #QuedateEnCasa

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© Cristina Vañecek-Derechos Reservados 2020