domingo, 4 de septiembre de 2016

Septiembre y yo



No es un mes fácil para mi. Durante muchos años, Septiembre fue un mes al que me hubiera gustado borrar del almanaque. Un mes que bien podría saltearse, e ir directamente al mes siguiente, dividiendo esos 30 días equitativamente entre Agosto y Octubre.

Es el mes en que cumplía años mi padre. Y en mi infancia y adolescencia, tras su partida, al llegar este mes, sentía mucho enojo, mucha ira...especialmente el famoso 21, el mismo día en que llega la primavera, mientras todos salían de picnic a celebrar, yo me encerraba enojada porque ese día no quería festejar nada. No entendía qué había que celebrar.

Los años,  la vida, me fueron enseñado que ese enojo me perjudicaba principalmente a mi. Fui trabajándolo,  para no enfermar, para salir de ese encierro en el que me había autoaislado.

Fue un sábado de Septiembre, un sábado en el que particularmente mi pequeña familia estaba junta, riéndonos, con una calma peculiar, que sonó el teléfono para comunicar que él ya no estaba más. Lo que hizo que Septiembre fuera nuevamente un mes en donde muchas cosas del pasado reflotaran, se volvieran a discutir, sentimientos encontrados a los que había que encauzar.

Hablé con su fantasma. Escribí la carta que me mostró cuantos hijos lastimados por padres ausentes existen, me pidieron consejos, me contaron sus historias, muchas veces más dolorosas y tristes que la mía, me enseñaron a correrme de mi misma y mirarme desde otro lugar.

Fue un 21 de septiembre en 2012 que hablé con su espíritu y le propuse como señal de paz y tregua un regalo. Quería cambiarle la onda, que fuera un día para celebrar... El regalo llegó en forma de conocido. Del que quise escapar. Del que me escondí. Pero no podemos huir de lo que está escrito.

Los dos temas musicales que había pensado concederle como gracia mientras buscaba la excusa para espantar lo duraron dos años. Dos años en los que amé, en los que disfruté,  en los que di sin esperar, ni pedir nada.

Otra vez Septiembre hacia de las suyas conmigo. Y aprendí, y me dolió,  y me enojé, y volví a meterme hacia adentro, pero el enojo era conmigo misma, porque no quería meterme para adentro, no quería encerrarme otra vez...quería recuperar a la que había logrado ser.

Otra vez llega Septiembre, y quiero amigarme con este mes y que sepa que ya me gusta, que quiero que llegue el 21 y celebrar la primavera, que no importan los eventos del pasado. Que ya no queda tiempo para enojos, que logré salir del encierro. Que el tiempo cura todo, más cuando aprendemos que nosotros somos los artífices de nuestro destino.