sábado, 31 de diciembre de 2022

2022-2023


 Cuando vemos nuestros recuerdos,  ya sea en fotos viejas o en las redes, nos damos cuenta de las cosas que hemos hecho, de los imposibles que hemos superado, de cuánto camino hemos recorrido.


El último día del año acostumbramos a hacer ese balance, a reírnos de nosotros mismos, porque mientras caminamos no podemos mirar hacia atrás. 


A lo largo del tiempo he armado un placard,  dos mesas de luz, he pintado un auto a rodillo, armé una hidrolavadora, tejí remeras, gorros y puloveres,  pinté mandalas, tuve una motito,  un auto que se caia a pedazos,  otro auto con el que aprendí que las peores cosas te pueden pasar en el momento y lugar mas inoportuno. Use una bicimoto, me accidenté, nací de nuevo, bajé cambios, aprendí que tenia mucho que modificar, llegó mi primer auto nuevo, conocí a quien me haría dar un vuelco en mi vida. 


Escribí,  escribí mucho, reclamé, tuve mi segundo auto nuevo, volví a tropezar con la misma piedra y volví a caer en un abismo profundo. Seguí escribiendo,  tejiendo, y armando cosas. Volví a la superficie y aspiré profundo todo el aire que le faltaban a mis pulmones. Solté lastres, reí,  lloré y lo intenté otra vez.


Descubrí que heredé la terquedad de mi madre cuando quiere hacer algo y no hay Cristo que la detenga. Que, para cosas diferentes,  somos iguales. Y que, a la larga, la felicidad es sentarme con ella a tomar mate en cualquier lugar del mundo.


Me cambié nuevamente el auto, tuve transformaciones y seguí escribiendo. Canté a los gritos en el coche, me reí, lloré, pensé que todo estaba perdido y supe recuperarme. Tuve cáncer y sobreviví a una pandemia. Me quebré el codo, perdí amigas, gané otras, y quise aprender cosas nuevas. Me volví a caer, literalmente, me esguincé y se me acomodaron los huesos y las ideas. 


Tuve miedo, lo escondí con coraje e hice lo que había que hacer, sonriendo y tratando de saber que la vida es así. Me derrumbé, pero sin el permiso de demostrarlo. Poco a poco voy acomodando todo, cómo en un eterno rompecabezas, al que alguien desarma justo en el instante en que voy a ponerle la última pieza.


Aprendí que a mi ángel de la guarda nunca le hice las cosas fáciles y que debe ser una especie de Terminator, siempre rescatándome de los peligros y atento a mis imprudencias. Que puedo ser la Mujer Maravilla sin dar vueltas y que la intuición es el mejor lazo de la verdad que poseo. 


Que soy como todos y que soy como nadie. Que me costó mucho hacer mi propio camino y hoy, que miro hacia atrás,  puedo reirme entre amargo y amargo, sorprendiéndome de mi misma.


Que alrededor mío hay mucha gente maravillosa, que soportó mis disparates, que se enganchó en mis aventuras o que me ancló en la realidad. Que fueron barco, remo y puerto, llevándome a un sueño, acompañándome en una locura o esperando mi regreso para recuperarme. 


No se si se puede pedir algo más que estar vivos. 


¡¡Feliz sábado!! ¡¡¡¡Feliz 2023!!! ¡¡¡Que sus sueños se cumplan!!!imagen tomada de la web

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2016-actualizado 2022

jueves, 29 de diciembre de 2022

Todas las canciones.




Estás ahí. Aunque no quiera, no puedo evitarlo. Enciendo la radio y suenan las canciones que te dediqué. Las que sonaban en mí mente cada vez que te miraba.


Intenté no escucharlas por un tiempo. Alejarme de todo lo que me llevara tus recuerdos. Quise romper mis memorias y ver todos tus defectos. 


Te borré de todos lados. Mis agendas ya no tienen rastros tuyos. Nada me recuerda eso que algún día fuimos. Nada queda de lo que una vez nos unió.


Pero, de repente, suena aquella canción que quedaba perfecta para cuando me hacías ese café después del amor. O la otra, que me venía a la mente cuando te veía dormir, tranquilo, a mi lado, y yo contaba tu respiración, esperando a que despiertes.


De pronto, cientos de canciones cuentan nuestra historia, sin saberlo. Y no puedo evitar que regreses a mi memoria. A que mi piel te extrañe. A que tú perfume me envuelva y me atrape en una espiral de la que huí por tanto tiempo.


Por más que haya roto tus fotos. Aunque nunca más huela el aroma de tu piel y jamás tus ojos se crucen con los míos.  Aunque nunca vuelva a sentir el calor de tus manos recorriendo cada centímetro de mi cuerpo. Estás ahí, a la vuelta de cualquier melodía que me lleve a esos pequeños momentos compartidos, a esos instantes en que solo éramos nosotros ante el universo, a ese lugar en dónde la felicidad se quedaba enredada en el alma y nada parecía imposible.


Imagen tomada de la web

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

domingo, 25 de diciembre de 2022

Recolectando momentos.


 


Estoy recolectando momentos, recuerdos para un futuro que no es tan lejano. Quiero guardar en mi alma la mayor cantidad de minutos junto a quien amo, para poder revivirlos más adelante.


Quiero abrazar durante horas, para tatuarme en mi piel su piel, para envolverme en su aroma cuando la tristeza quiera dominarme, cuando la soledad me invada con su crueldad.


Quiero acumular momentos, darle todos los besos que no voy a poder cuando ya no esté, decirle todos los te quiero que se me van a quedar atragantados.


Quiero compensar las ausencias que la hicieron sentirse sola, quiero cubrir el amor que no tuvo y bajarle la Luna que nadie le supo bajar. 


Quiero recolectar cada momento a su lado, para tenerla en mi alma cuando su ausencia me haga dudar de todo y me dé fuerzas para seguir adelante. 


Quiero todas las fotos, todos los aromas, todos los recuerdos, para acurrucarme en los instantes más oscuros y sentir su luz cobijándome. 


Imagen tomada de la web

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

viernes, 2 de diciembre de 2022

Hotel California.



Ella llegó al café con pasó apresurado. Quería tomar algo rápido y quitarse las malas energías que le había dejado la charla con su jefe. Más horas de trabajo por la misma paga.


Buscó una mesa vacía, le señaló a un camarero que le llevará un café  negro y fue a sentarse sola. Necesitaba estar en paz por unos minutos. 


"Si café, señorita". La voz la hizo salir de su ensimismamiento. Habitualmente, el mozo dejaba la taza, junto a un pequeño vaso de agua y el ticket, y se retiraba sin decir palabra. Pero ahora se había quedado ahí, con la taza en la bandeja. Levantó la vista y se sorprendió al ver a otro hombre.


"¿Sos nuevo?", le preguntó mientras lo miraba. "No, solo que hasta ahora no nos habíamos cruzado". Él tenía acento español. Y unos ojos verdes que brillaban como esmeraldas. Y una sonrisa... Pero que sonrisa! ¿Cómo era posible que siendo una asistente regular de ese sitio, nunca lo hubiera visto?


El camarero aún estaba de pie, junto a la mesa, con la taza de café negro humeante en la bandeja. Ella notó de repente que habían dos tazas.  El hombre sirvió una y, sin ningún reparo, colocó la otra sobre la mesa y dijo "¿Le molesta si me siento?".


Asombrada, ella hizo que no con la cabeza. Él comenzó a hablarle, a hacerla reír. La bebida de las tazas parecía interminable. Las horas pasaban y ella no se daba cuenta. Ese hombre había hecho desaparecer todo lo que había a su alrededor.


De repente, él la miró fijo. Le tomó la mano, la hizo levantarse de la silla y la acercó a su cuerpo. Una musiquilla comenzó a salir de algún lugar y bailaron juntos hasta que un beso interminable los unió.


Ella, en un remolino de sensaciones, no supo cómo llegó a la habitación de ese hotel, cómo su cuerpo se enredó con el de aquél desconocida, de qué forma sus manos volaron como palomas por el cielo de su piel.


Al abrir los ojos, el camarero de siempre le dejó su taza de café negro sobre la mesa, con el vasito de agua y el comprobante de pago. Lo miro sorprendida, como si nunca lo hubiera visto y ese hombre le hizo un gesto con las cejas, cómo diciendo si quería algo más.


De pronto, en el televisor que funcionaba sin que nadie le prestará mucha atención, apareció una imagen del otro, del que la había raptado a un lugar soñado. Mientas de fondo sonaba un tema llamado "Bella desconocida", la voz de una periodista informaba que ese día era el décimo séptimo  aniversario de la muerte de aquél cantante español, al que ella había amado apasionadamente hacia apenas dos minutos. 


Inspirado en el tema "Hotel California".

Imagen tomada de la web.


©Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

miércoles, 23 de noviembre de 2022

Mirar hacia atrás.


 "De vez en cuando, mirar hacia atrás sirve para darnos cuenta de lo que hemos vivido. De los dolores que hemos enfrentado, de las tormentas atravesadas, de los pequeños triunfos obtenidos, las alegrías compartidas y los sueños que aún nos quedan por lograr.


Pero mirar hacia atrás, sobre todo, nos da la dimensión que nuestra vida ha logrado, a cuantas personas alcanzamos, los corazónes que tocamos, las heridas que causamos y el amor que dimos y nos dieron.


Mirar hacia atrás nos hace dar cuenta de quiénes fuirmos y quienes somos, cuánto nos transformamos en cada batalla ganada o perdida, las oportunidades que tuvimos de volvernos monstruos a causa del dolor y las veces en que supimos elevarnos del mismo, para no lastimar a nadie.


Nos sirve para saber que hemos sanado el alma de tantas puñaladas mortales recibidas y darnos cuenta de que ya no portamos ningún arma para herir a nadie. Que renunciamos a imponer nuestro enojo, para dejar fluir el tiempo y olvidar el mal hecho y el recibido.


Pero sobre todo mirar  hacia tras nos sirve para darnos cuenta de cuánto camino nos queda aún por recorrer, con la ventaja de haber aprendido a través del dolor, de la risa, de la felicidad, de la traición, de la lealtad, del rencor y del amor. Y que nuestros pasos serán más firmes, porque en este momento,  parados en este  lugar del camino, ya no somos ese ser que dejamos atrás y aún no somos esa persona que nos espera más adelante".


Imagen tomada de la web 

© Cristina Vañecek-Derechos Reservados 2020

martes, 22 de noviembre de 2022

Aprendí.


 


Tuve las alas rotas y el alma entre sombras. Me sentí triste, herida, sola. Viuda de mi propia soledad.  El mundo se me hizo pedazos y me derrumbé, cómo cera al sol.


Tuve el corazón apagado, la mirada oscura, la voz en silencio. La piel seca, las manos frías y los pies sin rumbo. Me quedé en medio de la nada, y no veía el horizonte por ningún lugar.


Me metí hacia adentro, se le soltaron los demonios y me carcomieron por dentro todos los sueños.  Tuve miedo de volverme oscura, de que la sangre no corriera mas por mis venas, de que la vida se quedará gris.


Y el tiempo, los días, las horas, hicieron su proceso. Poco a poco recuperé la voz, el brillo en los ojos. El corazón, despacito, sin que me fuera cuenta, volvió a latir.


Lloré. Lloré por esa que fuí. Lloré por la que quedó en el camino, con los sueños rotos y la vida a medias. Lloré cuando la dejé ahí, cuando me quité su piel y caminé una nueva huella. Le dije adiós a esa que amó tanto y le pedí que no me hiciera mirar atrás.


Aprendí a respirar de nuevo. A que la luz del sol no me lastimara. A no rezarle a la luna. Aprendí a esquivar las piedras, a saltar los pozos y a descansar en algún recodo del camino.


Y abrí los brazos al viento. A la paz. A saberme dueña de mi destino. Y abrí el alma a la posibilidad de volver a amar, a sentir, a soñar.


Imagen propia.


©Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

martes, 8 de noviembre de 2022

Yiya.


 


Todo era perfecto. La mesa estaba servida de modo impecable, con delicias imposibles de resistir. Nadie pensaría que escondían un gran secreto, algo que solo ella sabría.


Tocaron el timbre. Su primera invitada había llegado algo más temprano. No importaba. Las reglas de la cortesía le impedirían probar algo antes de que lleguasen las demás.


Se dieron dos besos, uno en cada mejilla, sin tocarse, como si toda la vida hubieran practicado esa manera de saludarse.


Fueron caminando tomadas del brazo hasta el salón, mientras se comentaban chismes sobre sus familias. La invitada la miraba de una manera muy particular, como si escondiera algo, como si tuviera un secreto guardado. Intento sacarle de mentira a verdad, pero la otra solo decía que eran imaginaciones suyas.


Alabó la mesa, la preciosa porcelana española, heredada de su madre, la maravillosa disposición de todo lo que se lucía apetitosamente sobre el fino mantel bordado, con las servilletas haciendo juego. A la anfitriona se le infló el pecho de orgullo, sabiendo que nadie podría superarla recibiendo visitas.


Un nuevo timbrazo las distrajo. Dejó sola a su invitada en la sala y fue hasta la puerta, mientras pensaba en cuánto demoraría en producir el efecto esperado el secreto que guardaban aquellas masas.


Recibió a la nueva visita con la misma cordialidad, los mismos dos besos si tocar la piel y hablando de los mismos temas mientras caminaban hacia el saloncito. La primera ya se había ubicado en una silla, se levantó, repitió el ritual con la nueva invitada y todas hablaban y reían como si nada más importase.


De un vistazo notó que algo había cambiado. No pudo darse cuenta qué era, porque no quería alertar a las otras de su incipiente nerviosismo. Pero su mirada iba de sus invitadas a la mesa, esperando percibir aquéllo que había cambiado.


La primera en llegar sonreía como si se hubiera ganado la lotería. Se la notaba feliz, casi a punto de explotar.


-Traje unas masas para acompañar el té- dijo la segunda invitada.


-No hacía falta, yo preparé todo para que no se molesten- dijo ella, intentando pensar rápidamente qué era lo que había cambiado.


Se sentaron a la mesa y comenzó a servir el té.  Miró cómo sus invitadas se servían las delicias que había preparado. Solo esperaba el desenlace, para saber que había triunfado.


Se llevó la taza a los labios y sorbió lentamente, como si estuviese bebiendo una copa de champán. No podía esperar más a que las otras comenzaran para ver que el veneno hiciera su efecto.


De repente, sintió un fuego en el estómago, que le subía por la garganta y le impedía respirar. La fina taza de porcelana española cayó de sus manos, mientras agitaba los brazos y abría la boca, intentando que el aire ingresará a sus pulmones. Las dos mujeres la miraban caer, retorcerse en el suelo, mientras ella gemía intentando respirar.


Poco a poco sus ojos se nublaron, no veía nada a su alrededor y, un segundo antes de morir, recordó que la tetera no había estado sobre la coqueta carpeta tejida a crochet, a un costado del servicio, como la había dejado ella antes de ir a recibir a su segunda huésped, sino que alguien la había puesto en el centro de la mesa, sobre una de las servilletas.  Sus masas, envenenadas, aún estaban sobre el plato, como burlándose de ella.


Imagen tomada de la web.

© Cristina Vañecek-Derechos Reservados 2020

sábado, 15 de octubre de 2022

Cuentan.


 Cuentan.


Cuentan que la vida lo engañó. Que un día, el amor que tanto soñaba, se le escapó. Y cuentan que no quiere nada, nada ya.


Cuentan que mira hacia el cielo y le pregunta a Dios por qué se la llevó. Cuentan que la espera y que la llama.


Cuentan que un suspiro del viento se transformó en ella y la llevó de este  tiempo. Cuentan que en su vientre latía un sueño, que se marchitó.


Cuentan que un día de verano le llevó una flor y le dijo "te extraño".


Cuentan que con ella se marchó.


Imagen tomada de la web

©Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 1989 (aproximadamente).

domingo, 9 de octubre de 2022

Estoy viva.


 Estoy viva.


"El fuego está vivo. Solo que las brasas estaban tan escondidas que ni yo misma podía sentirlas.


Un pequeño chispazo liberó la primera flama, que recorrió todo mi cuerpo, reavivando una a una las células dormidas . 


No, no estoy muerta. No me volví de piedra, ni quedé enredada en los brazos del pasado. Simplemente, me dormí. Cerré los ojos, esperando un nuevo amanecer.


Estoy más viva que nunca, con la pasión a flor de piel, deseando explotar como un volcán en erupción. Estoy ardiendo, en plenitud, por mí misma.


No, no morí aquella tarde en que le dije adiós, solamente me guardé para curar las heridas, para recuperar fuerzas, para cuidar los rescoldos y que no se apagaran para siempre.


Estoy viva, y un soplo del viento resucitó la hoguera, renovó las ansias y despertó a la mujer que alguna vez fui y casi olvido.


Estoy tan viva, que muero de ganas de alzar mis llamas hasta el cielo, para que el universo sepa que estoy de pie.


Estoy viva y solo quiero confundirme con la brisa y que enrede mi perfume con el de aquél que esté rescatando sus brasas del olvido, para convertirnos, en un beso, en hijos del sol".


Imagen tomada de la web

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

domingo, 2 de octubre de 2022

Tentación.


 Tentación.


Está ahí, al alcance de tu mano. Querés arrimarte, tocar un poquito la gloria cerca suyo, pero sabés que no podés.


Está ahí, expectante, sabiendo que por dentro te estalla un volcán de emociones pero las circunstancias te impiden hacerlo. No querés romper el pacto tácito entre los dos.


Está ahí, a un contacto en tu móvil, un nombre que realta entre los demás. Miras el chat vacío, comenzás a escribir algo y lo borrás antes de enviarlo, mordiéndote los dedos por casi haber caído en la tentación.


Está ahí, sin saber qué tenés en tu alma una fiera inquieta, que da vueltas a su alrededor, solamente para satisfacer tus ganas de verle, de sentir si, por una vez, sus miradas se cruzan.


Está ahí, el deseo agazapado cómo un tigre a punto de caer sobre su presa, resoplando en voz baja, aguantando las ganas.


Está ahí, tan lejos, tan cerca, tan posible y al mismo tiempo, tan imposible. Te quema en las punta de los dedos y, a la vez, te obliga a cerrar los puños, en silencio. Te impulsa a llegar a sus brazos y te obliga a retirarte, con la mirada baja, sintiendo que el universo se vuelve oscuro y solitario.


Está ahí, y nada podés hacer para evitarlo. Está ahí, y nada podés hacer para tenerlo .


Imagen tomada de la web

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

jueves, 29 de septiembre de 2022

Nadie.


 Nadie.


Nada se asemeja a lo que tu piel me provocaba. El suave roce de tus dedos, que me estremecía hasta lo más profundo de tu ser. La caricia recorriendo mi espalda, deslizándose cómo por un tobogán de sensaciones.


Nada me hace sentir tan fuerte como tu, que me volvía una guerrera capaz de vencer al mundo, por tal de resguardar nuestra paz. 


Nada me volvía más vulnerable como tu mirada, que me convertía en ángel, en hada, en heroína, en ave que encuentra, al fin, su nido.


Nadie me ha hecho sentir tan plena ni tan fuerte, como saberme una con tu cuerpo, como olvidarme hasta de mi nombre con el susurro de tu voz.


Nadie, después de ti, ha logrado que vuelva a ser ese volcán en erupción, esa tormenta en el océano, mi esa calma tras la tempestad. Nadie me ha mirado dormir, murmurando palabras que solo nuestros sueños comprendían.


Después de ti, ya no queda nada más que un desierto, vacío y silencioso, en el que no encuentro más que soledad.


Imágen tomada de la web.

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

martes, 13 de septiembre de 2022

Todas mis vidas.


 Todas mis vidas.


Vengo de otros tiempos, tengo la edad de quién ha recorrido todos los caminos, he aprendido a andar por la senda segura, con la luz del sol, guidándome por las estrellas.


Tengo tres años. Y tengo 10. Y también tengo 12. Voy a cumplir 22. Y 31, 42. Y los casi 53 que marca un papel. Pero también tengo casi 60. O 70.


Tengo todas las edades en las que la vida me marcó un oasis. O un desierto. O el riesgo de no saber parar a tiempo. Tengo el tiempo detenido en uno o dos momentos, que atesoro con toda mi alma. Y tambien tengo edades en dónde no recuerdo haber pasado tan siquiera un día.


Soy tan anciana como mi poca sabiduría me permite, y tan joven como el riesgo que corro por mis impulsos. Actúo como niña y como anciana.


Tengo el tiempo entre mis manos y, a la vez, se me escapa como agua entre los dedos. Siento que mañana, tal vez, ya no tenga nada que contar. Y, aún, guardo mil historias por escribir.


Soy mi abuela, soy mi madre, soy mi hija y soy mi nieta. Soy todas y cada una de las mujeres que guardo en mí y vivo en ellas todos los tiempos del universo. 


Imágen tomada de la web

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

Yo te creo.




Yo te creo cada vez que llegas y me dices que me amas. Te creo cuando me tomas de la mano y vamos caminado, mientras me cuentas historias de tu vida.


Yo te creo siempre que me miras y me llevas hasta el otro lado del universo cuando estamos juntos.


Pero cuando desapareces, me entra la duda de que todo eso no sea verdad. De que tus palabras sean solo un embrujo que me nubla la mente. 


Cuando no respondes mis llamadas, cuando me hablas en códigos que no entiendo, dudo hasta de la luz del sol.


Yo te creo cuando duermo entre tus brazos, pero cuando estoy sola, la luna me muestra cosas en las que no quiero pensar. Me susurra tus mentiras, tus engaños y me revuelvo en mi propia locura.


Hasta que vuelves, y mi mente se ciega a toda evidencia.


Yo te creo. Pero se que me mientes.


Imagen tomada de la web.

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

miércoles, 10 de agosto de 2022

Decirte adiós.


 Decirte adiós.


Duele. Haberte encontrado, para después perderte. Duele verte partir cuando la sangre pide a gritos que te quedes. Duele.


Aprender a florecer para luego marchitarse, cuando aún es primavera. Cuando el amor se presenta en todo su esplendor y, de repente, hay que dejarlo ir.


Duele que nos hayamos encontrado, después de tanto tiempo, de tanto espacio, y que solo nos quede decirnos adiós hasta la próxima vez. Hasta la próxima vida. 


Duele que ya no pueda tomar tus manos, oír tu risa, sentir tu aroma. Duele no volver a acariciarte, no poder mirarte, no besarte otra vez.


Duele que te vayas, sabiendo que podríamos estar juntos. Pero no en esta vida. No está línea de tiempo, no con tus heridas que deben cerrarse. No con el peso del dolor que tenemos en las espaldas. 


Nos volveremos a ver. En otra vida. Te lo juro. Y esa vez sí será nuestra oportunidad de reír, libres, puros. Sin recuerdos, sin dolores, sin el rencor de ese pasado que nos lastimó tanto.


Te voy a esperar. Todo el tiempo del mundo. Todas las vidas que sean. Mientras tanto, voy a vivir este amor inmenso que descubrí, a pesar de todo, con su dolor y su ternura.


Te voy a abrazar hasta el último instante. Y, aunque te prometa no llorar, voy a estallar en llanto junto a tí, por ti, en ti.


Puedes irte. Puedo decirte adiós. Aunque no quiera. Aunque me muera por dentro. Aunque solo quiera correr hacia tí, tomarte de la mano y hacerte regresar. No debo. El tiempo debe pasar entre nosotros, para vernos a los ojos sin tristezas de otras vidas. Nos merecemos una vida sólo nuestra, un amor sin pasados.


No quiero. Pero debo decirte adiós. Y quedarme en esta huella, mientras veo como partes sin mí. Aunque me duela. Aunque me muera. Se que el tiempo nos volverá a reunir. Y, por fin, nos amaremos por siempre. 

 

Adiós, o hasta pronto. No te demores en volver. Seré la que lleve una flor blanca en las manos. Seré la que tiemble al mirarte a los ojos. Seré la que sonría de felicidad, porque está vez, si, seremos solo tu y yo.


(Inspirado en Hotel del Luna #HotelDelLuna )


Imágen tomada de la web.


© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

domingo, 26 de junio de 2022

La fantasma.


 La fantasma.


Ella me mató. Mi mejor amiga. Con la que compartimos nuestra niñez. Ella, la que lo tenía todo. La que, siempre, disfrutaba en hacerme notar que yo no.


Pero no me daba cuenta de eso. La quería y, sus defectos, me divertían. A mí no me importaba la diferencia de clases sociales. Amaba tanto ir a su casa grande, bella, espaciosa, con muchos empleados que se encargaban de todo, como cuando ella venía a mi casa, humilde, con un solo cuarto que compartíamos con mis hermanas, en dónde todos colaborábamos en los quehaceres. Adoraba su enorme jardín lleno de rosas cuidadas tanto como ir a la laguna cercana, en dónde las plantas crecían a su antojo.


A medida que fuimos creciendo, ella se ocupaba de mantenerme siempre detrás, como si fuera su sombra. Yo no me daba cuenta de que si un chico me invitaba a bailar primero, su mirada me fulminaba llena de odio. Era solo un instante, porque luego se disfrazaba con una sonrisa enorme, me felicitaba por "el levante" y me llevaba a otro lado, lejos del galán de turno, al que luego veía en sus brazos.


"¿No te das cuenta de que son todos iguales? ¡Te hice un favor sacándote a ese aprovechado del medio!", eran las respuestas que me daba cuando,  al volver por la noche a nuestras casas, notaba mi cara de enojo o tristeza. Y yo, le creía. Creía que todo lo que hacía era para protegerme. Porque ella tenía "más mundo", porque había comenzado a vivir en la gran ciudad y yo continuaba aquí, en el tranquilo sitio que nos vio nacer.


Enfermé. De gravedad. Y tuvieron que trasladarme a esa enorme metrópoli en dónde todo se concentraba. Salud, educación, cultura, vida. La gente caminaba por las calles sin verse, sin saludarse, sin conocerse. Eran cientos, miles, corriendo hacia ninguna parte, pero el torbellino de esa ciudad los atravesaba hasta en sus más mínimas rutinas.


El cáncer me carcomía. Tenía una sola oportunidad de sobrevida y me aferraba con todas mis fuerzas a ella. La operación era larga y riesgosa. El tratamiento posterior, también. Tenía que volver a aprender a caminar, y a vivir. Todo el foco de atención estuvo sobre mi durante meses. Me tenían que dar de comer, limpiarme, ayudarme a hacer cada cosa. 


En ese momento, en el que más la necesité, ella se alejó. Cuando nadie nos escuchaba, me decía que no fuera tan manipuladora, que seguramente me estaba aprovechando de la situación, para no hacer nada y que todo el mundo estuviera pendiente de mí. Me dolieron más sus palabras que mi propia enfermedad. Intenté comenzar a hacer cosas, pese a que mis médicos me lo habían prohibido, solo para demostrarle que no era así, que yo solo quería estar bien, volver a mi vida, a mi casa, a mi gente.


Había comenzado a estudiar, para ocupar todo ese tiempo ocioso que estaba en la cama. Para ella, era perder mi tiempo, que nunca iba a llegar a nada, que con mi enfermedad quizás no culminara la carrera, que le estaba quitando el lugar a alguien que tuviera más condiciones que yo...que mejor viera tele. No comprendía por qué me trataba así. Por qué no me alentaba a crecer, a mejorar. No entendía por qué no me ayudaba a tener fé.


Poco a poco fui mejorando, comencé a dar mis primeros pasos, después salía con la ayuda de un andador. Mi vida volvía, poco a poco,  a la normalidad. Sin embargo, ella cada vez parecía odiarme más. Como si mis logros fueran casi un insulto para ella. 


Hasta que un día se descompuso. Me asusté, pero no podía hacer mucho más que esperar a qué decían los médicos. Cuando volvió, me acusó de haber intentado matarla. El mundo me daba vueltas, no entendía nada. Todas las miradas me señalaban como si fuera una desagradecida con ellos, que habían hecho tanto por mi.


Me fui. No sé cómo, puse mis pocas pertenencias en una maleta y salí lo más rápido que pude, en medio de gritos e insultos. Quería defenderme, pero no sabía cómo, más allá de decir que yo no había hecho nada. ¿Cómo podría haber querido asesinar a la que consideraba mi hermana?


Supe que nunca estuvo enferma. Supe que inventó todo eso porque no soportaba que yo fuera el centro de atención. Supe que me había odiado desde que alguien puso sus ojos en mí antes que en ella. Y, supe, que a todos les dice que me morí como resultado de mis maldades. 


Hoy soy su fantasma, porque sigue contando la historia de nuestra amistad, en dónde ella es la víctima, asegurando que el karma se ocupó de mí. 


Hoy estoy más viva que nunca, hoy puedo decir que logré superar mis miedos y mi condición. Hoy, que soy su fantasma, puedo decir que dejé de ser su sombra.


Imágen tomada de la web

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022.

jueves, 16 de junio de 2022

Ojos verdes


 Ojos verdes.


Deambulando por las calles entrecerrando los ojos, ella disfruta la tarde de verano. Camina por primera vez los mismos lugares que él alguna vez recorrió. Busca su huella, sigue su rastro, comparte el cielo que, seguramente, lo inspiró.


Ella juega con el aire, que le trae su aroma, que la envuelve con su perfume, que le hace sentir que le toma la mano y la guía por esas tierras nuevas, tan viejas.


Y busca olivares, albahacas y limas, verdes como sus ojos verdes, que la hipnotizaron una noche de verano. Tan verano como éste, en el que pisó por primera vez la tierra que lo vio nacer.


Extranjera en un nuevo mundo, se maravilla a casa paso, soñando que él la lleva a recorrer Granada, mientras se pierde entre las alas de aquella paloma que jamás voló.


Muchachita inquieta, ocurrente, que lo debe hacer reír allí, dónde él esté, mientras vuela,  como si fuera un ángel, a su lado, en su sombra, y se recuesta junto a ella para velar su sueño.


Ojos verdes, como el trigo verde, cómo la albahaca, cómo la esperanza de encontrarlo, a la vuelta de la esquina, con su sonrisa de niño eterno, con su mano extendida, con su gesto seductor hacia una bella desconocida, a la que quiere proteger.


Dedicado a María. 


Imágen tomada de la web

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

domingo, 29 de mayo de 2022

A partir de cierta edad.

 



A partir de cierta edad no nos importan las apariencias. Lo que realmente nos preocupa es estar sanos, para llegar a la vejez en las mejores condiciones posibles, lo que no es causa para dejar de disfrutar de los placeres de la comida .


A partir de cierta edad, no nos importa llegar solteros o casados, nos importa llegar enteros. Si es acompañados, con alguien que nos respete y comparta nuestros gustos, las pasiones, que esté en sintonía con nuestra vida. Si es solos, aprendiendo a conocernos, buceando en nuestras profundidades, sabiendo cada infierno transitado y libres de todo. 


A partir de cierta edad reconocemos de lejos a los mentirosos, a los que nos venden espejitos de colores, a los que nos quieren hacer creer que son protagonistas de un cuento, cuando nosotros vivimos historias.


Reconocemos el abrazo sincero, la sonrisa cálida, la mirada transparente, la palabra precisa y la mano dispuesta a acompañarnos.


A partir de cierta edad queremos tomar un café en paz, caminar por la costa en silencio, acurrucarnos en la cama mientras leemos un libro, cocinar algo rico que nunca comimos, probar una bebida nueva o ir a ese café al que siempre quisimos y nunca tuvimos con quién hacerlo.


A partir de cierta edad, pateamos el tablero del qué dirán y buscamos el del que siento, del qué pienso, el del qué quiero. Abrazamos fuerte a los que amamos y sacamos de nuestras vidas a los que nos manipulan, nos mienten y nos tratan como basura.


A partir de cierta edad, somos felices.


Imágen propia, costa de #mardelplata 

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

viernes, 6 de mayo de 2022

Quien soy.




"No soy la mejor, ni la única,  ni tampoco creo saber todo sobre todo.


Soy, simplemente, una aprendiz de la vida, que a veces ha repetido algunas lecciones porque no siempre comprendió la enseñanza que había en ellas.


Soy, lo que se dice, un experimento andando sobre mi misma, rebatiendo certezas y descartando imposiciones. Soy mi propia historia, repetida cientos de veces en miles de historias, que se entrecruzan sin querer, sin pensar, sin saber. 


Soy quien se mira cada mañana al espejo y se pregunta ¿qué más? Y sale a la calle dispuesta a todo, aún sabiendo que puedo regresar con nada.


Soy, simplemente, quien siempre quise ser, llena de las mismas dudas que todos, pero buscando perder los miedos y conociendo las posibles respuestas."


#Ser #Amor #Vida #conocimiento #Libertad 


Imágen tomada de la web

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

domingo, 1 de mayo de 2022

Mensaje en una botella




Ayer supe algunas cosas de alguien, alguien a quien no conozco, pero si conozco su vida. Esa persona no me conoce y no sabe absolutamente nada de mi. 


Y, aún así, lanzó está especie de botella al enorme océano que es el universo. Porque creo que necesitás saber esto. Porque la felicidad no es el cuentito que nos dijeron de chicos. Porque el poder está en vos.


Te abrazo con mi alma, porque leyéndote muchas veces me sentí identificada con vos, porque me ví reflejada en tus sentimientos, en tus emociones. En esa incertidumbre de ir creciendo y no saber qué hacer con vos misma. De mirar a tu alrededor y ver que los que te rodeaban no hacían lo que predicaban. Que te decían qué cosas tenías que hacer, pero no te mostraban lo más importante, el "cómo".


Ojalá que algún día encuentres tu camino. Que mires hacia atrás y descubras la huella que dejaste. Que los otros aprendan de vos, de tu libertad, de tus ganas de volar. Ojalá que no te corten las alas, que te abracen fuerte y te digan lo mucho que te aman.


 Porque te aman, no tengas dudas, pero no saben cómo hacerlo, ni como decirlo. Ocurre que aprendieron que la vida es tener cosas, subir por una escalera que no los conduce a ningún lugar, solo acumular dinero o poder para sentirse superiores. Y, tal vez por eso, no entienden que sos diferente.


Se feliz. Buscate y sonreí. Abrí los brazos y abrazate fuerte al sol. Respirá profundo y dejá de buscar la muerte, aún no es tu tiempo. 


Solo deseo que seas feliz y libre. Y, ojalá, estás palabras de esta foto te lleguen algún día, las leas, y sepas que son para vos. 


#Texto #Vida #Libertad #MujerMaravilla #Soledad #Amor #Palabras #Cuento

martes, 19 de abril de 2022

Miedo.




Tuve miedo. Fingí que no estabas, que no te sentía. Pero tú roce fue un latigazo de electricidad en mi piel.


Tuve miedo. Y no quise abrirte mi alma, porque ya la había reconstruido tantas veces que si me la rompían una vez más, pensé que moriría.


Tuve miedo. Pero tu aroma me llevó a otros cielos, tu abrazo me hizo sentir por primera vez en mi casa, tus besos se me hicieron de otra vida, de mil tiempos pasados.


Tuve miedo, porque sé que tu historia y la mía están entrelazadas desde los mismos orígenes del mundo, porque no fue la primera vez que tu mirada se perdió en la mía. Y no será la última. 


Tuve miedo porque sé que en cada vida vamos a encontrarnos, hasta que en algún futuro podamos estar juntos, son prejuicios ni condiciones. 


Y a pesar de que me morí de miedo,  te dije que sí, sin saber a donde me ibas a llevar ni qué ocurriría entre nosotros. Te dije que sí, llena de dudas, pero siguiendo un susurro que gritaba en mi alma que me animara a todo. Y te digo que sí cada mañana, cada vez que te miro a los ojos, cada vez que escucho tu voz.


Y  te voy a decir que sí cuando, en otras vidas, te cruce en alguna esquina y tu perfume me robé un suspiro, tu mirada me pierda en la inmensidad del universo y tus caricias me inviten al jardín perdido de tu amor.


Imágen tomada de la web

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

domingo, 17 de abril de 2022

Tiempos.


 


Soltar. Sanar. Volar. Seguir el camino, solos, sin rumbo. Vivir mirando hacia adelante, como si el pasado no hubiera existido. Borrar de golpe sentimientos, emociones y vivencias que se construyeron a través del tiempo.


Matar eso que nos duele, que nos sangra, que nos hace quedarnos quietos, en un rincón, abrazados a nuestras rodillas, mientras escondemos las lágrimas, para que otros no nos digan soltá, saná, volá.


¿Acaso piensan que nos gusta estar así? ¿Que disfrutamos con el dolor? ¿Que podemos eliminar con un botón los besos, las caricias, las risas, los años que compartimos? ¿Tal vez existe una fórmula que se bebe por la noche y, al despertar, renacer con otra memoria, sin el dolor de no sentir más su aroma, de no volver a escuchar su voz?


Vivir. Como si fuera fácil levantarse sin que te duela cada músculo, cada fibra, cada célula de tu ser, porque sabés que por esa puerta no va a entrar nunca más tu amor. Ese amor con el que compartiste todo, que supo de tus peores demonios y que te convirtió en un ángel tan solo con una mirada!


Sanar lleva tiempo, quizás el mismo tiempo que te costó contruir todo ese mundo que ahora no está, que se esfumó, que en un abrir y cerrar de ojos desapareció, dejándote sola en medio de la nada, con las manos temblorosas y los labios secos.


Seguir. Sin saber a dónde, porque las huellas del camino se perdieron y no hay nubes para ver si las estrellas te guían. Seguir sin ganas, sin metas, sin horizontes. 


Y solo esperar que el tiempo cure todo, que la brisa calme las heridas, que poco a poco recuperes tus ganas, tu fuerza. A tu ritmo. Hasta que puedas volver a reír, a cantar, a soñar. 


Imágen tomada de la web.

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

lunes, 4 de abril de 2022

Decile.




Decile que ya no estoy, que me fui, que me cansé de esperarlo. Que la vida, a veces, me impulsa a saltar como resorte ante algo, que quedarme  quieta, estancada, esperando, no está en mi naturaleza.


Decile que sí, que lo amé hasta la locura, que el veneno de sus besos me llegó hasta la médula, que hubiera dado mi vida por él. Pero decile también que me cansé de hacer equilibrio, de caminar por una cornisa, sin saber si él iba a estar dispuesto a rescatarme.


Decile que me fui porque sus dudas me mataban, porque su incertidumbre me carcomía, porque me moría cada vez que daba un paso hacia adelante y dos para atrás.


Pero decile que a dónde él vaya, iré yo, no porque lo siga, sino porque me lleva adentro de su alma. Aunque lo niegue, mi nombre perturbara su mirada, pondra tensas sus manos, porque yo soy eso que él nunca  más podrá alcanzar.


Imágen tomada de la web

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

domingo, 20 de marzo de 2022

Definitivamente.




Te extraño. Definitivamente hay días y noches en que tu ausencia se me hace carne. En esas horas nuestras, robadas al mundo, mi pide a gritos por tus caricias, mi boca muere por tus besos, mis ojos necesitan perderse en tu mirada.


Definitivamente hay tardes en que miro mi teléfono para ver si tu número aparece en la pantalla, proponiéndome un encuentro, pidiendo escaparnos del mundo y huir a nuestro paraíso.


Definitivamente hay momentos en que, de repente, siento tu aroma que me envuelve, escucho tu voz que me nombra en un susurro, pero al darme vuelta y buscarte, solo hay ausencia y vacío.


Definitivamente hay horas en que grito tu nombre, preguntando por qué no estás. Y solo me envuelve un terrible silencio por respuesta 


Luego vuelvo a la rutina, a las sonrisas sin ganas, a los compromisos inevitables, a mirar a otro buscándote en algún rincón de su alma. Pero, definitivamente, no estás en otros cuerpos, ni en sus miradas, ni te siento en sus perfumes.


Definitivamente mi cuerpo se pierde en las sombras de tu recuerdo y se desgarra al no sentir tu calor, tu refugio, tu paz.


Definitivamente, el tiempo no te ha borrado de mi alma, o quizás, algún día, te encuentre por algún lugar en el que aún no te he ido a buscar.


Imágen tomada de la web

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022


 https://youtu.be/b7R332QSsMw

lunes, 24 de enero de 2022

Carta a mi misma




Pronta a los 40 y 12, y sin haber podido hacer balance de fin de año por 🦾 enyesada, creo que está bueno decirme a mí misma algunas palabras:


"Estás viva, y cada mañana es una nueva esperanza para todo lo que te propongas. El camino fue largo y aún faltan muchos kilómetros por recorrer. Llegaste a muchas metas y tuviste que abandonar algunos sueños por ahí, porque ya no tenían sentido seguirlos. Soltar y aferrarse son dos palabras grandiosas, pero hay que saber cuándo utilizarlas en la vida.


Fuiste la mejor versión de vos misma. No te pareces a nadie y a mucha gente, eso no le gusta. No sos de fácil acceso, pero tampoco tenés término medio (algo a corregir, tal vez), cuando abrís las puertas, es con todo lo bueno y lo malo. Y cuando las cerrás, también. Te gusta el buen momento, la buena música, la buena gente, el buen aire, la buena vibra y el buen amor. Pero también, sin darte cuenta, te metés en berenjenales por la gente que querés sin prejuicios, te ensucias por los que se hunden en sus propios charcos y terminás afuera de todo lo que te debería importar, vos misma.


Te doy las gracias por el camino recorrido. Por los sueños cumplidos, por los amores vividos y por las historias realizadas. Me llevaste a un lugar al que no pensé llegar nunca, y sin darme cuenta, estoy acá, escribiéndote esto. Escribiéndome esto. 


Seguí así, ajustá un par de tornillos en algunas cuestiones, y seguí dando pasos hacia ese lugar que siempre soñaste. Cada vez falta menos".


©Cristina Vañecek-Escritora 

Derechos Reservados 2022


#Texto #Carta #Letras #40+12 #Enero #Acuario #Ser #Yo #Palabras #Historia #Vida