domingo, 31 de marzo de 2013

Angelados




Ayer supe que Matías tuvo un accidente de moto, por el cual estuvo 15 días en coma. A pesar de lo que uno pueda imaginar, no se rompió nada, sólo tuvo unos rasguños y ese período de tiempo en el que su familia pasó una angustia terrible por desconocer cómo sería su evolución.

Al verlo noté algo familiar, en su voz pausada, en sus movimientos lentos, en su manera de volver a la realidad. Algo que yo misma viví hace un  tiempo, un renacer, una segunda oportunidad para mejorar o cambiar nuestros rumbos. Redescubrir el sentimiento de pisar tierra firme y saber que hemos venido a este mundo a ser felices, y a cumplir con alguna misión.


Descubrirla no es tarea fácil, porque ignoramos si tiene que ver con rescatarnos a nosotros mismos o con hacer algo por los demás. Aunque, llegado el caso, ambas tareas son complementarias, todo lo que hagamos por nosotros mismos, está íntimamente ligado a quienes nos rodean, a mejorar nuestras relaciones, nuestro entorno.


Tal vez suena extraño decirlo, pero la sensación que tuve ayer al ver a Matías, fue la de estar hablando con alguien con quien compartimos un secreto y un destino. Fue la de saber que ambos estuvimos en el mismo lugar, y ahora tenemos que cumplir nuestra tarea, interior y personal, para hacer que nuestra existencia sea mejor. Es admitir que el más allá existe y que, de algún modo u otro, somos esa prueba palpable.

Los que regresamos, los que permanecemos, los que podemos contarla, tenemos la misión fundamental de hacer comprender a otros que esta vida es una sola, que no hay segundas vueltas y que tenemos una sola oportunidad de ser felices por nosotros mismos, y que si no lo hacemos, un día, tal vez, nos podremos arrepentir de todo aquello que dejamos para "mañana" por falta de tiempo, por vivir apurados, por dejarnos llevar por la rutina vertiginosa de este mundo en donde figurar importa más que ser y hacer.



sábado, 16 de marzo de 2013

El alegato de Eva




[Antes de leer este texto vale hacer algunas aclaraciones: está concebido como una obra de teatro, está inconcluso y el contenido del escrito nada tiene que ver con cuestionamientos religiosos, simplemente una situación imaginaria, utilizando un personaje cultural.]


(Escenario a oscuras. En el medio, Eva, vestida con harapos, levemente iluminada y cabizbaja. Una voz en off dicta la sentencia)

 

Voz en off: “por tu desobediencia, multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.”

 

(Oscuridad total. Silencio. Una luz más intensa ilumina a Eva. Levanta la cabeza)

 

Eva: ¿me castigás? ¿Vos, mi creador, el que me dio el soplo de la vida, quien me dio libre albedrío, me castigás, echándome de tu paraíso? ¿Qué clase de ser supremo sos? ¿Cuál es tu amor hacia tus criaturas, que si no te obedecen ciegamente, las despedís de tu mundo ideal?

 

“¡El paraíso! Una mentira grande, inmensa. ¡No existe el paraíso si no existe la libertad!”

 

(El escenario se ilumina, se ven escenas de lugares arbolados, con diversos animales. Una mesa, con una fuente de manzanas, a un costado, del otro, imágenes de un páramo desolador)

 

Eva: “Yo soy tu creación más perfecta, a tu verdadera imagen y semejanza...No podré crear ni el sol, ni las estrellas, ni podré dividir los mares de las tierras…pero con una sola caricia, con una mirada, con un gesto lleno de ternura, ¡puedo crear mil mundos para quien lo necesite!”

 

“Decís que el hombre es el ser más perfecto de la tierra…El hombre es el que me condenó a mí, y a mis hijas, al dolor, al espanto, a la muerte. Tu hombre, ése al que le diste durante milenios poder sobre mi cuerpo, ése, que dudaba sobre mi capacidad de amar, de sentir, de pensar…¡pero que sin mí, no podía tener proyectos!”

 

“Decís que él fue hecho a tu imagen y semejanza…¡quien llenó de destrucción la tierra, peleando contra su propio hermano por una porción de poder! ¡Haciéndolo su esclavo, robándole hasta lo más simple, privándolo de la libertad! ¿Ésa es tu imagen? ¿Qué clase de creador sos, que permitís que miles mueran en tu nombre? ¿Cuál es tu superioridad, que dejaste morir a tantos inocentes, con tal que tu nombre sea glorificado  por los siglos de los siglos?

 

Mis hijas han sido ultrajadas, vendidas a cambio de títulos, honores, intercambiadas por un trozo de tierra o por animales… ¿Nosotras no somos “tu creación”? ¿Cuál es el desprecio que nos tenés?  ¿Para qué nos diste la posibilidad de dar vida…si luego nos ibas a condenar por ese don?”

 

(Eva camina por el escenario, va hacia la mesa, toma una manzana)

 

Eva: “una manzana, una simple e inocente fruta, pero que para vos representa el bien y el mal… Me prohibiste morderla, me dijiste que moriría, pero estoy aquí, viva…¡más viva que nunca! (muerde la manzana) ¡Ya me sacaste de tu paraíso, ya me condenaste a sufrir, qué más puedo perder? Nada, porque me dejaste tan poco, que la única opción que tengo es salir a ganar! Porque me impediste hacer tantas cosas, que ahora sólo me queda recuperar todo! Porque me vaciaste de tal manera…que lo único que puedo hacer ahora…¡es llenarme! (Eva muerde otro trozo de manzana)

 

“Mi estirpe fue violada en cada raza que habita la tierra. Mis hijas fueron quemadas vivas, sin que a ninguno de tus varones se le moviera un dedo, bajo la excusa de que así limpiarían sus pecados. Fueron asesinadas por hombres que utilizaron tu nombre, para vanagloriarse de su poder…y vos, nuestro creador, no hiciste nada para impedirlo?. ¿Por qué no provocaste un diluvio ante cada hoguera? ¿Por qué un coro de tus ángeles no las rescató? Eran inocentes, simples mujeres, llenas de  esa sabiduría que da la naturaleza, y solamente porque no se inclinaron ante los  que se llamaron “tus representantes”, las asesinaron…¿Quién debería ser juzgado hoy, entonces? ¿Quién permitió tantos crímenes en su alabanza, sin que ninguno de sus sicarios fuera condenado?”

 

(Eva tira la manzana contra la imagen del paraíso con rabia)

 

Eva:” mi descendencia parió con dolor, y con dolor vivió toda su larga y triste historia. Jamás impediste un casamiento por interés…pero condenaste duramente el amor, lo castigaste. Hasta que fuimos descubriendo el verdadero paraíso, un paraíso al que se puede llegar con ternura, con pasión, con armonía…Ése paraíso está dentro de mí, y dentro del cuerpo de cada mujer a la que le vibra el alma, a la que las entrañas le grita que la vida nace dentro suyo!”

 

“Entre mis hijas elegiste a María, como mi antítesis, nos enfrentaste en toda su santidad, y con su virginidad sagrada le quitaste todo lo más intimo de su ser…sólo fue mujer para traer al mundo a tu hijo, y luego sólo fue mujer para ser madre, virgen, casta y pura hasta el final de los tiempos. Y a tu elegida le provocaste el dolor más profundo que a un ser humano se le pueda dar: hacerla ver cómo su hijo, su único hijo, era juzgado, golpeado, humillado y asesinado de la forma más cruel y bestial. Cada latigazo fue una herida directa a su corazón! Nunca concebiste en tu omnipotencia, que cada clavo en el cuerpo de su hijo…estallaba en sus entrañas y le hacía trizas el corazón!”

 

“Tu hijo, ése al que ofreciste al mundo para que lavara sus pecados, ¿tuviste la osadía de hacerlo crucificar!? ¿Qué clase de padre amadísimo sos, que le imponés a tu propia semilla semejante decisión? Tu hijo fue un ejemplo de virtud, pero sus seguidores nunca entendieron nada del mensaje de amor y respeto que él trajo al mundo. Porque por cada apóstol perseguido, los inquisidores, dueños de la verdad absoluta sobre tu esencia, asesinaron  a muchos seres humanos dueños del “libre albedrío”…Y ellos no supieron nunca  el libre albedrío es poder elegir sin ser castigados por nuestras decisiones, pero que  vos y los que llevan tu bandera de verdad absoluta no respetan, (Eva toma otra manzana del plato y la muestra a dios) … El libre albedrío no se respetó nunca, desde los tiempos en que elegí morder esta manzana y tener la posibilidad de elegir qué creer, qué pensar y qué hacer con mi vida.


Diario secreto de una amante


 
 
Cada día es como deshojar una margarita. Cada pétalo que cae, es un día que no huelo su piel, que no siento sus manos en mi cuerpo, en el que su aroma no me penetra hasta en lo más profundo de mi ser.

 

Sentir sus caricias es como una droga. Sus manos recorren cada milímetro de mi piel, rozando mi espalda apenas con los dedos, provocando un leve cosquilleo que enciende el fuego más escondido de mis entrañas…Y lo deseo, como jamás he deseado a nadie en esta vida…

 

Muero por besar su boca y perderme en sus labios, que bajan por mi cuello hasta mi pecho, que se estancan en  el punto exacto donde la fibra más profunda de mi ser se estremece hasta el punto que a mi garganta se asoma un gruñido, un espasmo placentero y cautivador, que pide más… Me recorre con su lengua el vientre, y baja poco a poco al centro del placer, en donde sólo quiero que su calor permanezca eterno hasta estallar en mil pedazos.

 

Los días en que no nos vemos pasan normales, comunes, sabiendo que su llamado no llegará, pero deseando profundamente ver su nombre en la pantalla de mi móvil. Al principio me sobresaltaba cada vez que el aparato sonaba y corría nerviosa a responder, sintiendo una gran decepción al ver que no era él. Pero en esos días, yo no pensaba en ser su amante.

 

Nuestras vidas se cruzaron por azar, de repente, una noche. Fue la calidez de su mano al tomar la mía, un simple gesto inesperado, pero que recorrió todo mi cuerpo como una suave electricidad. Me tomó por sorpresa, con la guardia baja, sin defensas, me tomó por asalto y desde ese día, sé que por alguna razón tengo que estar a su lado.

 

No es el amante perfecto. He tenido otros hombres, y aún nos queda mucho camino por recorrer. Pero en su beso, en su caricia, en la forma masculina y vital de tomarme, en ese abrazo en donde siento que debo estar, es cuando rindo todas las armas y me entrego al placer más profundo y absoluto que su cuerpo me proporciona.

 

Desearía poder perderme con él sin mirar el reloj, sin temer que suene su móvil, sin que nada ni nadie nos haga recordar que el afuera existe. Quisiera poder transportarnos hacia algún lugar lejano, y amarnos largamente, sin horarios, sin días ni noches que nos marquen el tiempo, aprenderme cada detalle de su cuerpo de memoria, recorrerlo lentamente hasta llegar al éxtasis máximo. Sueño con mirarlo a los ojos, sin decirnos nada, simplemente acariciando su piel, sintiendo su calor, dejando que mi cuerpo le diga todo aquello que nunca saldrá de mi boca.

 

Ayer nos vimos en público. Sentir su rostro tan cerca del mío, su boca casi rozando la mía, en un beso disimulado en la mejilla, pero a milímetros del éxtasis total. Al despedirnos y pasar su mano por mi cintura, un cosquilleo me recorrió por entero, sólo deseaba que me tomara entre sus brazos y entregarme a él, eternamente.

 

No dice palabras románticas ni halagos, pero su masculinidad me seduce a tal punto, que no las necesito. No me hace falta que me diga nada, su mirada recorriendo cada centímetro de  mi cuerpo es más que suficiente. Su caricia me habla de mil sensaciones por descubrir.

 

Planeo un viaje…Una pequeña escapada. Quiero que venga conmigo, fugarnos, irnos a un lugar en donde nadie sepa nuestros nombres, ni les importe qué hacemos, quiénes somos y qué nos une.  Poder caminar por la calle, abrazados, besándonos ante todos, sin que nos preocupe nada. Compartir una vez la libertad de amarnos a plena luz del día.

 

Hay días en que lo extraño de una forma particular. Extraño que mis piernas envuelvan su cuerpo mientras me posee, extraño estrecharme en él y sentir su pasión invadiendo mi cuerpo. Extraño que me conquiste y se declare dueño absoluto de mi tierra, de mis mares y de mis aromas. Extraño poseerlo y que me posea. Extraño que sus manos se hagan dueñas de mis recorridos, de mis sombras, de mis anhelos más profundos.

 

El primer hotel de paso se convierte en el paraíso más cercano, para convertirnos en los primeros habitantes de este planeta; sentirnos Adán y Eva, desnudos y solos, sin testigos ni dioses que juzguen nuestros actos. Entregarnos sin culpas al placer más absoluto y morder, una a una, todas las manzanas del mundo. Y regresar a la realidad, guardando en  mi piel el secreto perfume de su cuerpo, la sensación de la última caricia al despedirnos que promete un próximo encuentro; ése beso fugaz, cada vez más intenso, más largo, más profundo.

Zambullirse



Respirar profundo. Acercarse al borde del trampolín más alto, cerrar los ojos y tirarse en el clavado más emocionante de la vida. Mientras vas cayendo, miles de preguntas por segundo intentan poblar la mente, pero de repente todo queda en blanco, dejando lugar a las sensaciones más intensas que jamás se hayan vivido.

    Dejar que el mundo se detenga alrededor. Que nada ni nadie se interponga, que no haya red que pueda impedir concretar el sueño más hermoso. Olvidarse de los consejos, los reproches, los tabúes, las trabas impuestas por la sociedad. Ser, definitivamente, libre.

     Contener la respiración en el instante exacto en que uno se sumerge en el placer más absoluto. Que miles de gotas estallen en la piel, y el alma explote en miles de fragmentos, reproduciendo el big-bang que dio origen al universo, y sentirse unido a un todo irrepetible, repetidas veces, hasta el infinito. Que cada centímetro de la piel se estremezca con la tibia sensación de que todo se detiene ante nuestra vida, a excepción de nosotros.

      Zambullirse en el otro, recorriendo ése océano de gloria, ignorado y desconocido, perderse en sus aguas, dejarse arrastrar hasta lo más profundo, llenarse de la esencia de la vida original...para volver a la superficie, en busca del oxígeno que nos permita regresar a nuestra vida, habiendo conocido el momento de placer más supremo del mundo.

Más allá



Mirar a través de una ventana y ver que yo no estoy ahí, compartiendo tus risas, que no formo parte de tus sueños, que no tengo un lugar en tu mundo. Repito la misma sensación de la eterna idea de los caminos que se bifurcan. Fuimos un cruce, el descanso después de recorrer mucho tiempo, el refugio en la tormenta, el oasis en el desierto.

  El temporal finalizó y para uno de los dos salió el sol. Uno de los dos tuvo que seguir caminando en el desierto, en la eterna búsqueda de eso que el alma pide a gritos, sintiendo que la vida es algo que nos sucede cuando menos lo esperamos y que si no sabemos aprovecharlo en ese momento, se nos va como el agua por entre los dedos.

    Miro por la ventana, y sentir que el cuerpo me pide a gritos estar del otro lado, pero una pared me divide el cielo de tus brazos y el infierno de la soledad, una pared imposible de traspasar, por tus miedos, por tu cobardía.

    La ventana me muestra lo que pudo ser y no tuviste el coraje de compartir conmigo, pero también me muestra que hay otros caminos por recorrer, y que mi opción es alejarme y volver a caminar, en medio del desierto, atravesando la tormenta, más allá, donde brilla el sol

El valor de un segundo




En un segundo la vida puede darnos un vuelco de 180 grados. Aquello que considerábamos seguro, de repente se esfuma y lo que era "para siempre" nos golpea con su dolorosa frontera...eso que veíamos tan lejos, que no nos iba a suceder hasta dentro de muchísimo tiempo, ocurre. Y la devastación llega a nuestra alma, porque no comprendemos que, en un segundo, la vida nos cambió, sin previo aviso. O, quizás, nos venía dando algunas señales, pero nos negábamos a verlas, porque no pensar en eso nos provocaba un dolor que, tal vez, no pensábamos sentir tan pronto.

De repente una voz nos informa fríamente lo que nunca habríamos querido oír. El mundo se nos cae a pedazos, todo a nuestro alrededor se desmorona y comenzamos a ahogarnos, buscando una tabla en medio de un océano de incertidumbre a la cual sostenernos para poder seguir adelante.

En un segundo el sol se transforma en tormenta, el cielo se oscurece y no sabemos en donde refugiarnos. Buscamos respuestas a todas esas preguntas que se agolpan en nuestra mente, sin comprender del todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Todo pasa vertiginoso, como en un caleidoscopio al que fuimos obligados a entrar.

En un segundo podemos perder a quienes tanto amamos, sin poder despedirnos, sin haber podido hacerle saber esos sentimientos que teníamos guardados "para otra ocasión", para más adelante. El beso, el abrazo, la caricia, la mirada que no ofrecimos, tal vez no tengamos nunca más la oportunidad de brindarlos, porque en un segundo lo irremediable se nos hace carne viva.

 El tiempo es un recurso no renovable, suele decir un amigo...no desperdiciemos ni un solo segundo de nuestras vidas, porque tal vez mañana no tengamos una nueva oportunidad. En un segundo podemos darle la paz a un corazón con un sólo gesto. Un sólo segundo de nuestras vidas puede llegar a tener mucho más valor que años de silencio e indiferencia

De vez en cuando (el clima y yo)

De vez en cuando el clima y yo estamos finamente sintonizados.

Cada vez que alguna cosa me "atormenta", o que "negros nubarrones" me acosan espiritualmente, hasta el día más soleado en algún momento se transforma, y un temporal (fenómeno climático real) arrecia sobre la ciudad, con todos los efectos que se le pudiera pedir a la tormenta más perfecta de todas. Y mi alma explota con cada trueno, cada relámpago es una descarga emocional, la lluvia se convierte en mi llanto, mezclándose gotas y lágrimas, que se deslizan indiscriminadamente por mi rostro y por la ciudad...

De vez en cuando el clima y yo, nos hermanamos para sacarnos esa "mala energía" que nos rodea, estallamos en tormentas eléctricas voraces y arrebatadoras, que duran lo suficiente como para aliviar el espíritu. Y sorprendentemente, tras ese temporal, las nubes se corren y vuelve a salir el sol, en el cielo y en mi alma...

De vez en cuando el clima y yo nos hacemos un guiño, jugamos a que todos corran asustados por las calles, sorprendidos, apurados, haciéndolos testigos involuntarios de esa angustia liberada, que estalla revolucionaria, hasta que se convierte en una fina llovizna cargada de mansedumbre y paz...

De vez en cuando, el clima y  yo...nos comprendemos.

Hojas en blanco





Fui "la chica que lee", con el ambicioso sueño de ser "la mujer que escribe". Durante años las palabras estuvieron quemándome las yemas de los dedos, porque cada letra que las conformaba circulaba por mis venas junto con mi sangre. Tenía el cuerpo cargado de palabras, de textos en gestación, que iban formándose dentro de mí para ver la luz en el momento exacto que tuviesen destinado para nacer.

Fui "la soñadora incansable", la discípula de Alfonsina, de Gabriela, de Juana, gastando tardes leyendo sus poemas, copiándolos, interpretándolos frente al espejo imitando la voz de alguna locutora de radio...esperando que algún día esas palabras fueran mías. Los mismo con Gustavo, con Rubén, con Baldomero, zambullendo en ése mundo masculino, aprendiendo sus miradas, repitiendo en interminables hojas en blanco sus textos hasta el cansancio, para aprender la música que cada uno de sus versos poseía (viejo recurso que usé para aprender a tocar la guitarra...de memoria, cerrando los ojos y escuchando cada nota repetida por mis manos).

Y tuve miedo. Tuve miedo de que esas palabras no fueran mías, que no se me hicieran propias, y escondí mis escritos, mis devaneos, esos sentimientos que fueron naciendo con el transcurrir del tiempo, esas confesiones que me hacía a mí misma, para poder crecer y aprender, poco a poco, quién era yo.

Hasta que un día, por alguna de esas razones, las palabras me pidieron a gritos salir a la vida. Porque si ellas permanecían dentro mío, morirían irremediablemente. Y el miedo quedó a un costado, permitiéndome descubrir que esas palabras no eran "las de ellos"...eran las mías! Eran mis palabras, que siempre habían estado ahí, esperando el momento apropiado para hacerse oír.

Mis palabras hablaron de mis historias, de mis dolores, de mis búsquedas. De esos anhelos que todos tenemos, y que a veces tardamos en descubrir. Mis palabras llenaron hojas en blanco de cuadernos...y si no hubiera cuadernos escribiría en el piso, y en las paredes, en las piedras, en el mar, en el viento!


Mis dedos queman cada vez que las palabras llegan a borbotones por mis venas, por mis arterias. Una sola imagen, una sola palabra, un hecho cualquiera, hace que desde el fondo más profundo de mi ser, broten miles de palabras, mientras de mis manos se apodera una extraña sensación que se satisface únicamente con el teclado de la máquina; reconozco ser una escritora ambidextra, mi mano derecha sola es una inútil si mi mano izquierda no está escribiendo al mismo ritmo y compás, ambas provocan una danza textual en la que el texto nace, crece....y toma vida propia cada vez que alguien lee lo que escribo.

Mis hojas en blanco sólo esperan a que las palabras que las van a habitar lleguen, en el orden preciso, exacto, minucioso, que cada una les tiene reservada. Mis hojas en blanco son el cielo en donde cada letra va formando vuelo con otra, hasta crear una formación que, dios quiera, llegue a muchos lugares, a quien las necesite  y reconforte.

Conversión



Es extraño, poco a poco voy sintiendo que desde el centro de mi espalda algo me molesta. Creo que es una contractura y muevo los hombros en forma circular, para relajar la musculatura y que la molestia desaparezca...


Para ser sincera, tampoco es tan molesto. Es una sensación extraña, nueva, diferente, que no comprendo. Por momentos siento que desde mi columna va a explotar algo, pero no es doloroso. Desde hace unos días, la molestia se ha hecho tan cotidiana que casi no la percibo.


Ayer noté que me está saliendo una joroba. La ropa ya no me queda bien... y no me gusta tener ese bulto en la espalda! Pero a diferencia de otras jorobas, no me veo en la necesidad de caminar doblada, al contrario, puedo caminar con la espalda recta...pero eso que me está molestando y se asoma, ¿qué es?

Hoy amanecí con un par de plumas mezcladas entre las sábanas. ¿Qué habré estado haciendo mientras dormía, para romper las almohadas? Sin embargo...las almohadas están perfectas! Me desperezo. Me estiro todo lo que puedo y desde mi espalda siento que algo sale expulsado y toma la misma longitud de mis brazos! No me duele nada, pero siento que "algo" hay detrás mío, que se expande y se cierra...Y veo más plumas a mi alrededor...


Corro al espejo asustada...¡De todo mi cuerpo han salido plumas! Mi cara ha mutado en la de un pájaro...mis brazos se han convertido en alas!


¡No comprendo nada! ¿Cómo es posible que una persona transmute en ave? Mis sueños de volar, de vivir en libertad han podido llevarme a esto?


Siento una necesidad imperiosa de ir hacia la ventana. El cielo azul me grita que me asome. Abro las hojas de madera y me parapeto sobre el alfeizar. Respiro profundo, abro mis brazos convertidos en enormes alas y me lanzo al vacío, con un temor infinito y una seguridad infinita...Todos dirán que me volví loca, me estrellaré contra el piso! ¡TENGO MIEDO PERO UN PODEROSO INSTINTO ME OBLIGA A SEGUIR ADELANTE!


Abro los ojos...ESTOY VOLANDO! Atravieso el cielo bañado en oro por los rayos del sol, con un rumbo desconocido, pero absolutamente consciente del poder inmenso de mi libertad!!!

Mañana



Mañana renaceré, con el primer rayo del sol, y volveré a recorrer ése camino que abandoné para descansar, pensando que era la parada final.

A veces, nos detenemos en un oasis buscando recuperar fuerzas, sin darnos cuenta de que algunos de ellos son espejismos y no tienen agua ni sombra ni lugar para reposar nuestro cuerpo, nuestro espíritu o nuestro corazón.


Al amanecer, el sol bañará mi frente con su luz y me bautizará a dar nuevos pasos. A descubrir que el sendero sigue, y que me tiene preparadas muchas sorpresas, algunos escollos, pero que tengo la fuerza para superarlos y sobrellevarlos con alegría y felicidad, porque cada uno de ellos me deja una enseñanza, agradeciendo a cada amigo que me marcó las piedras que podría llevarme por delante, y a cada amigo que no me advirtió también le agradezco, porque si no me hubiera golpeado, no habría aprendido nada y, más adelante, no podría esquivarlas.


Mañana, mi primera respiración borrará de mi mente esas cosas que me hicieron sentir débil, que me llevaron a volverme vulnerable, que me generaron confusión. El sol me inundará con toda su plenitud para renovar mis fuerzas y toda la energía que perdí.


Mañana al despertar, agradeceré todo lo que sentí, porque descubrí que estoy viva.

Tus manos

 
 
Esa noche tus manos fueron el conductor principal de mi tránsito a tu piel. Tus manos, cálidas, gentiles, sensuales.  Ellas me invitaron a rozar tu piel por primera vez, a descubrirte, a querer saber más sobre el misterio que te rodeaba.

 

Tus manos fueron las que me hablaron de esa parte que no conocía, que todo ese tiempo había permanecido escondida detrás de una puerta que parecía inexpugnable, pero que esa noche se había abierto mágicamente para mí.

 

Tus manos, las que me rodearon envolventes. Las que viajaron por mi piel. Las que me dijeron todas esas palabras que tu voz jamás pronunció. Si dejarás hablar a tus manos nuevamente…volaría al infinito con vos.

Me muero por conocerte


Un día ella encontró un mensaje en su bandeja de entrada, de un nombre desconocido. Lo abrió y encontró una presentación respetuosa de alguien que escribía con fluidez. Alguien más entre sus contactos, y la pregunta de dónde había salido. Sin dar mucha información, contestó el correo, buscando ser tan cordial como él había sido.

La contestación no demoró. Y los correos electrónicos fueron sumándose en forma cotidiana, hablando de temas comunes: trabajo, educación en general, cultura, viajes, temas políticos. Jamás una insinuación o una palabra descolocada. Cada día que pasaba, lo primero que hacía al abrir su casilla, era ver si él había enviado una respuesta. Siempre con la palabra justa, con el tema acorde.

Una tarde se sentó frente a la computadora y leyó detenidamente cada carta, puso en la balanza y sopesó cada palabra.  Tenía que tomar una decisión, porque definitivamente le estaba pasando algo muy fuerte por dentro. Y la decisión era parar a tiempo antes de lastimar a alguien (o resultar lastimada) o subirse de una vez al tren que estaba pasando y arriesgarse a todo, sin saber a donde la llevaría.

Tras debatir toda la noche, a la mañana siguiente encontró el esperado correo de él. Ella nunca le había comentado nada de lo que le pasaba, de su debate interno del día anterior. En su correo él le decía que necesitaba confesarle que lo primero que hacía cada mañana al abrir su correo, era ver si ella le había respondido. Que tenía una enorme necesidad de ella, que se le había hecho indispensable y que cada palabra que ella le escribía, era un bálsamo para continuar el resto del día, y olvidar por unos momentos sus problemas.

El corazón le galopaba, como si él hubiera adivinado cada pensamiento suyo, cada sentimiento que se había estado gestando en su interior. Los correos comenzaron a ser más personales, más cariñosos, más familiares. Él siempre, sin saberlo, tenía la palabra exacta que ella necesitaba. ¿Cómo podía adivinar qué le pasaba, estando a 400 kilómetros de distancia?

Una mañana ella levantó el teléfono. Esperó que él atendiera y por el auricular pasó el estribillo de esta canción:
http://www.youtube.com/watch?v=YLzpPlxATag&feature=share

Poco tiempo después se produjo el encuentro. Tal cual ambos lo habían pensado. Ella bajó corriendo las escaleras de la Rambla, él la recibió con los brazos abiertos, y ambos, con los Lobos Marinos de custodios, se perdieron en el beso más largo y dulce que alguien pueda recordar...Alguien, que vio la escena, dijo: "ni en Rolando Rivas, taxista, vi un beso semejante"!!!

El resto, el resto pertenece al secreto de dos amantes en un humilde cuarto de hotel, que esa noche se convirtió en el centro del universo.

Sueño de paz

 
 
Llegó a la costa y bajó lentamente los escalones que la guiaban hacia la arena. Contempló cómo las olas del mar acariciaban la playa con suavidad, mientras el cielo se fundía con el lejano horizonte. Ya no tenía dudas. Los miedos se habían alejado definitivamente y una inexplicable sensación de paz invadía su alma.

 

      Se quitó los zapatos. La arena se apoderó de sus pies, como reclamando su presencia en ese lugar. Dejó su sombrero de respetable dama a un lado,  por sus dedos se deslizó la gasa que lo sostenía, quedando en la playa, olvidado, como las penas que había tenido alguna vez.

 

    Aspiró profundamente. Sus pulmones se llenaron de un aire nuevo, de una fragancia desconocida, pero a la vez familiar y lejana.  Una leve brisa revoloteó por sus cabellos, ahora libres, y la envolvió en un abrazo generoso.

 

        Él la estaba esperando. Majestuoso, imponente, varonil. Su llamado era el grito desesperado de un amante inmortal que desde hacía siglos la estaba esperando. Caminó hacia él, dejando el rastro de seda de sus vestiduras mundanas.

 

       Le ofreció su cuerpo desnudo, casto de todo pensamiento, virgen de toda palabra, libre de todo prejuicio.  Se entregó como si fuera la primera vez, como si fuera la última. Ese primer roce  le produjo un escozor que la recorrió por entero. No era frío, no era miedo. Era la seguridad de saber que él era su destino final, con el que tanto había soñado.

 

    Se dejó llevar. Sabía que luego dirían que había enloquecido, que debería haber confiado en alguien más su secreto. Que miles de voces en letanía se alzarían rotundas, criticando por lo bajo el camino que había elegido. Y pocos comprenderían  la madeja de sentimientos que la invadían.

 

      Se dejó envolver por completo, por entero. De pies a cabeza  él, ese amante ignorado, paciente, anhelado, la acunó en sus brazos y ella pudo dormir, al fin, en ese territorio de sueños eternos y marinos.    (Dedicado a Alfonsina).

Piel sin marcas



No se trataba de una piel perfecta, ni mucho menos. Tenía lunares que moteaban su blancura, que interrumpían la continuidad de sus curvas y líneas.


Unas pecas también formaban parte del relieve de aquélla piel que  no tenía marcas.


Una que otra cicatriz recordaba alguna herida más o menos pasada, pero ninguna había que reflejara la memoria de heridas más íntimas, menos externas.

Esa piel resplandecía cuando la luz de la luna le daba de lleno.

Aquella piel no tenía dibujos extraños. No poseía tatuajes ni nombres que describieran, como un mapa de antiguos piratas,  que alguien más había estado buscando un tesoro oculto.

Presente y pasado

Miro hacia atrás. Y veo el camino recorrido. Las dudas, los miedos, los fracasos. Veo los esfuerzos, las luchas. Todo lo que me ha traído hasta aquí, hasta este punto en el que estoy. Más espinas que rosas, más llantos que risas.

           Miro todo lo que tuve que andar, todo lo que tuve que perder, lo que sufrí. Y descubro que cada dolor fue una enseñanza, cada herida me hizo más fuerte. Que cada lágrima valió la pena.

          Miro el camino que transité y veo tan lejano el punto de partida, que me asombra haber tenido la fuerza para hacerlo, ya que durante la marcha creía que no iba a poder dar el siguiente paso, creía que el miedo y el dolor me impedirían continuar. Pero dí un paso más, y otro.

         Miro hacia ese pasado que me convirtió en la mujer que soy, y ahora sonrío ante las flaquezas que ayer me hicieron dudar. Sonrío porque haber vencido todas las dificultades me hizo fuerte. Sonrío porque no creía poseer el espíritu necesario para vencer las adversidades.

        Y ahora miro hacia adelante. Y sé que quedan muchas batallas que librar. Pero ya no dudo, porque sé tengo el poder de vencer las adversidades.  Ahora sonrío, no dudo, no tiemblo. Ahora huelo las rosas,  ahora escucho las risas. Ahora veo el sol.

Si alguna vez te acordaras

Si alguna vez te acordás de mí, ojalá que sea con una sonrisa. Que recuerdes mis ojos llenos de ilusión y sueños por cumplir. Que tengas bien presente mi amor.

Si alguna vez te acordás de mi, sólo deseo que recuerdes el calor de mis manos. Y mis manos abiertas para darte mis fuerzas, mi aliento.

Si alguna vez te acordás de mí, olvidame pronto. Que mi recuerdo sea fugaz, imprevisto. No quiero que una lágrima asome a tus ojos, ni que tus manos tiemblen pensando en mí.

Si alguna vez te acordás de mí, si alguna vez...

La moneda

Brillaba con todo su esplendor. Como si el sol dibujado en su sello fuese el mismo que el que la iluminaba desde el cielo. Como si toda la energía cósmica que lo alimentaba estuviera concentrada en la palma de su mano.

Apretó el puño para sentir esa fuerza dentro suyo. Dudaba sobre lo que tenía que hacer. Había un designio marcado, que se partía en dos. Dos caminos a seguir, dos rumbos desiguales, cuyo final ignoraba. Cerró los ojos. ¿ Y si la conservaba? No le gustaba aferrarse a amuletos ni a supersticiones. Pero hay un momento en la vida en que debemos depositar la fe en algo más allá de nosotros mismos.

¿ Cuál era el destino que se jugaba? Guardarla en un estuche implicaba hacerse su esclava, y esclavizarla a su vez. Pero también temía desprenderse de ella, y que con ella se fuera toda la fuerza que estaba sintiendo.


 Abrió en puño y volvió a contemplarla. Dudaba, pero comenzaba a tomar una decisión. Comprendía que la fuerza estaba en ella, en su interior, y que no la perdería para nada, más allá de lo que hiciese.


Cerró la mano y la llevo hacia su corazón. Apenas movió los labios, murmurando unas palabras secretas, ligadas a la libertad de ambas. Cumplió con una formalidad y la arrojó con toda la fuerza de su ser. Un deseo, un salto en el agua. Ya estaba hecho.

 Cada una rodaría por el mundo cumpliendo su destino. Cada una tendría su libertad.


El deseo, al fin, estaba cumplido

Huracán

  Fue un momento fugaz, que duró una eternidad. El segundo más largo de su vida.

 Todo, absolutamente todo, pasó ante sus ojos en ese instante. La brutalidad de la verdad tardó un parpadeo en hacerse presente, en brindarse tal como era.

  Dudó sobre lo que tenía que hacer, aunque tenía la certeza absoluta del camino que habría que recorrer. Las rosas mostraban sus espinas y se clavaban en su piel, produciéndole un dolor tan profundo como jamás imaginó.

   Los huracanes pasan en un instante y dejan destrozos que sólo se reparan con el correr del tiempo. Así se sentía ella. Aún conmovida por la fuerza del temporal, y sin saber qué era lo que quedaría en pie.

   Destruida y solitaria, mirando sus propios despojos. No tuvo fuerzas para llorar. Temía que ese sólo intento la aniquilaría por completo. Y necesitaba de toda su entereza para continuar su camino

Magia

        Cuando sus miradas se cruzaron por primera vez, los dos supieron la magia que encerraba ese momento.

         Sin embargo, cada vez que repitieron el encuentro, el brillo de sus ojos preludió un incendio de pasión.

         Poco duraron esos instantes, pues el destino fue celoso de esa magia, y pasaron varios años hasta que volvieron a verse, a mirarse.

         La magia había permanecido y, aunque ambos habían sufrido diferentes experiencias, el fuego que ardía en sus corazones tímidamente asomaba por sus ojos.

        Tuvieron  miedo de quemarse, de herirse nuevamente, de volver a sentirse solos.

        Sólo la magia podía superar todos los obstáculos.

       Ellos deberían ser fuertes y atreverse al incendio del amor; tendrían que enfrentarse en la soledad de sus deseos y fundirse en la profundidad de sus miradas, que aún conservaban el hechizo del primer encuentro

Tras la oscuridad

Había pasado demasiado tiempo deambulando entre las sombras. Su existencia se había desarrollado sin luz, casi sin imágenes, mientras aprendía a defenderse del contorno de las cosas.

              Sabía exactamente donde estaba situado cada objeto. Conocía de memoria todos los caminos por los que debía transitar sin chocarse con nada. Pero desconocía absolutamente qué era aquello con lo que podía atropellarse.Si bien adivinaba al tanteo su forma, ignoraba totalmente su contenido, su color, su utilidad.

                 Nunca supo qué Dios ignoto le prohibió la luz. Las cortinas habían sido su límite, la línea entre el bien y el mal. Ellas oficiaban de fronteras al conocimiento en ese mundo tenebroso y brutal. Hasta el sonido se negaba a cruzarlas.

              Había vivido agazapada, en las sombras, desarrollando un sexto sentido para adivinar el peligro. Había crecido con miedo a algo que no sabía si, acaso, existía.

             Desafió a su Dios inexistente y abrió los cortinados de par en par y un fulgor enceguecedor la obligó a cerrar los ojos, provocándole un dolor casi mortal por primera vez en su vida. Tuvo miedo y pensó en morir. Sospechó que ese acto de audacia la arrojaría lejos de ese paraíso personal.

             Poco a poco fue acostumbrándose a la luz, a esa luz que le permitía ver cosas que jamás había imaginado. Que le permitía conocer lo que siempre había estado allí, pero que ella había sido incapaz de distinguir.

            Muchos temores comenzaron a disiparse. Pero pronto surgirían nuevos. Ahora debería habituarse a la luz.

Sueño

Extender mi mano y rozar por un instante tu piel, deslizándola suavemente hasta el infinito, y aún más. Recorrerte, sin perderme ni por un instante tu mirada, y adivinar tus deseos. Que descubras los míos, envolviéndome en el cálido abrazo de tu aroma.Y sentir, por una sola vez, que estamos vos y yo solos en el mundo. Que todo el universo quepa en ese pequeño espacio formado por nuestros cuerpos.

         Que tu voz calle lo que tu piel me dice a gritos. Que tus manos hablen el mismo idioma de tus besos. .

         Cansarme en vos, y descansar de mí misma en tu sonrisa. Que seas el mar en donde ahogue mis instintos. Hundirme en tu paraíso, llegar a la gloria y volar. Sentime por un instante parte de tu secreto. Y olvidarlo, y olvidarte.

          Mirarte como quien  mira a un desconocido. Como si tu rostro develara un misterio. Y no hablar. Cerrar los ojos y, al abrirlos, verte sonreir a la luz del sol, cubierto sólo con mi alma