martes, 12 de diciembre de 2017

Sorpresa.



Humberto bajo del ómnibus aún sin saber muy bien qué estaba haciendo. Había seguido un impulso, un deseo, una idea loca que lo hizo saltar como un resorte y salir hasta la terminal, comprar el boleto y subirse al micro sin analizar mucho los pro y los contra. Sabía que, si se ponía a pensar, nunca volvería a tener el coraje de conocerla.


Lila había llegado a su vida de una forma impensada. Ya había olvidado cuánto hacía que su ultima relación sentimental terminó y se había conformado con ser el "tío Huber" de los hijos de su hermano y de los niños de los pocos amigos íntimos que tenía. Podía realizar su trabajo desde su casa, sin necesidad de salir a la calle, y había descubierto que el delivery resolvía todos sus problemas. Un llamado telefónico y alguien se encargaba de sus impuestos, de llevar la ropa al lavadero, de traerle comida. Se había resignado a su claustrofobia y no le temía a la soledad.


Lila apareció de repente, respondiendo sus comentarios en las redes sociales de un amigo común.  Su sonrisa, la de la foto de  perfil, lo había hipnotizado. De pronto se vio contestando un mensaje privado, sorprendido por la frescura de ella,  que parecía siempre reír.  Y sin darse cuenta, pronto fueron amigos también, contándose mutuamente sus miedos, sus dudas, sus sueños.


Caminó hacia un pequeño puesto de flores que había en la terminal de esa ciudad que apenas conocía y compró el ramo más bonito y colorido que encontró.  Lila era así, bonita,  joven, una inspiración que llegaba cuando el creía que el amor era sólo una palabra más en los libros de poemas.


Buscó en su bolsillo un papel, se orientó con el GPS de su teléfono celular, y decidió caminar hasta allí, un poco para relajar sus nervios, otro poco para estirarse de tantas horas sentado en el colectivo y otro tanto para pensar muy bien qué le iba a decir.


Mientras caminaba, Humberto imaginaba el aroma de Lila, el brillo de su piel, el sonido de su risa. ¡Tantos meses escribiéndose y viéndose sólo por fotos, sin escucharse la voz, sólo leyéndose e imaginando ambos cómo sería ese momento en que sus ojos se cruzaran por primera vez!


El GPS indicaba que le faltaban pocas cuadras para llegar a su destino y él sentía que las rodillas le temblaban. ¿Qué estaba haciendo? ¿Y si ella no estaba en su casa? Humberto le había dicho que estaría desconectado porque debía realizar un viaje urgente, sin darle muchas explicaciones y Lila no sabía que él muy pronto estaría golpeando a su puerta.  Quería darle una sorpresa y no romper el hechizo que los unía.


Imaginaba a Lila alta, esbelta, con su cabello rubio oscuro flotando a su alrededor por culpa de la brisa, con su boca sonriente, e imaginaba que su voz era la más dulce de todas. No importaba la diferencia de edad, Lila lo amaba, y valoraba la timidez que él le demostraba, el tacto casi de cirujano con el que iba llevando los distintos temas de conversación,  su exquisita delicadeza para contarle sus deseos secretos y con los que quizás otra mujer habría estallado de risa. Eran dos almas gemelas, nacidas en tiempos diferentes. Pero estaba decidido a enfrentar a todos los que cuestionaran que Lila era muy joven para estar con un hombre como él, que casi podría ser su padre.


Se detuvo frente a un patio pequeño, que tenía un coqueto portoncito blanco, con un pasillo de mosaicos grises rodeado por dos parquecitos muy cuidados, que tenían unos arbustos de rosas. Tenía las manos transpiradas de los nervios, pero traspasó ese portoncito, caminó los pasos que lo separaban de la puerta marrón y golpeó varias veces.


Cuando se abrió el único escollo que los separaba, la vio. No podía ser más hermosa, su luz era mayor a la que él imaginaba, su sonrisa lo dejó mudo y estuvo a punto de desmayarse al verla ahí parada, tal cual la había imaginado. Tuvo que hacer un esfuerzo enorme para poder mantenerse de pie.


-¿Qué desea?- preguntó ella con su maravillosa voz, tantas veces imaginada.


Se sintió un poco confundido,  Lila le hablaba como si no lo conociera.


-Señor, ¿a quién busca?


Apenas pudo murmurar:


-Lila...


-Ah, espere- ella giró hacia un corredor y exclamó- Abuela, en la puerta hay un hombre que quiere verte!

Imágen tomada de la web

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2017