domingo, 24 de noviembre de 2019

Valiente.



Hay días en que nos sentimos solos. En los que pensamos que ya nada podemos hacer. Días en los que nos rodea la oscuridad.

Nos acurrucamos en un rincón, nos tapamos los oídos y cerramos los ojos, nos hacemos un bollito, apretando las piernas contra el pecho y repetimos bajito alguna canción, para espantar a los monstruos que nos rodean. O para convocar a quien nos rescate y nos guíe para salir de donde estamos atascados.

No vemos el camino. Tenemos la mente obnubilada por el miedo, las dudas y la incertidumbre. No sabemos que podemos hacer, no distinguimos nada a nuestro alrededor que nos señale un camino, una ruta, algo que nos indique hacia donde ir. No sabemos si enfrente hay tierra o un precipicio. Por eso elegimos quedarnos quietos, esperando no sabemos qué.

Hasta que un día nos damos cuenta de que la única forma de sobrevivir es moverse, salir de esa esquina en donde nuestro destino es morir lentamente.

Ciegos, tanteando a nuestro alrededor, temerosos, comenzamos a movernos. Nos duele cada uno de nuestros músculos, pero en el fondo de nuestras almas tenemos la certera convicción de la necesidad de vivir, de volver a la luz, de caminar aunque cada paso nos haga caer, porque la quietud nos quitó fuerzas.

Y comenzamos a buscar desesperados el camino, sin guías, sin manos, sin ninguna de las ayudas que esperamos infructuosamente. Solos. Nos duele cada vez que trastabillamos, pero continuamos, obsecados, la búsqueda de la salida de ese pozo en el que caímos sin saber cómo.

Probamos caminos, retrocedemos, probamos otras rutas, caminamos hasta tomar confianza, hasta descubrir que solo nosotros somos los héroes capaces de encontrar la luz. Que nadie más nos puede ayudar. Y ya no nos importa lastimarnos, ni tener herramientas para escalar las paredes que nos rodean, porque desarrollamos una paciencia a prueba de balas, una fuerza insospechada que nos hace perseverar hasta llegar a la superficie, hasta oler el aire fresco y sentir el calor del sol en nuestra piel.

Llegamos, no fue fácil, nos volvimos más fuertes, más sabios. Nadie es más valiente que nosotros mismos, enfrentando nuestros miedos.

Imagen tomada de la web.

© Cristina Vañecek-Derechos Reservados 2019