lunes, 30 de julio de 2018

Esplendor



A veces nos dejamos enceguecer por personas que emanan una luz que se expande, y brilla de tal manera que borra todo a su alrededor.

Nos impide ver qué hay, y vamos caminando a ciegas, tanteando el camino, ignorando si el siguiente paso será sobre seguro o nos conducirá a un precipicio.

Y cuando nos acercamos, cuando podemos ver, notamos que esa flama que nos iluminada era sólo una triste llamita, reflejada en un espejo amplificador.

  Que no tenía nada.  Que ni siquiera quemaba, ni tampoco calentaba un poco el aire a su alrededor. Que simplemente era un fuego fatuo, una puesta en escena, para lograr que nos acerquemos. 

Hay personas que son solamente una imagen que venden, pero que no pueden sostener en el tiempo. Hay personas que son sólo máscaras,llenas  de un enorme vacío.

domingo, 29 de julio de 2018

¿Quién dijo?



¿Quién dijo que la felicidad es lo mismo para todos? Vivimos cumpliendo expectativas ajenas, las principales enlazadas a los momentos más íntimos de nuestras vidas.

Que si tenemos parejas, que cuándo nos casaremos, que si no tenemos hijos pronto luego será más difícil, que si tenemos uno debemos tener otro...Y así siempre alguien diciendo los latiguillos ancestrales de personas que nos quieren bien, pero que desconocen que deseamos...o que nos tiene deparado el destino.

Algunas personas hemos aprendido a esperar, a detener mágicamente el tiempo de nuestros relojes, porque el mundo corre tan vertiginosamente que nos marea. Y la velocidad es embriagadora!! Pero algo interno nos dice que debemos bajarnos de esa vorágine inmediatamente, un click interno nos grita que no, que no es nuestro momento, que nuestro camino es diferente  y debemos saber esperar.

Y tras los amuletos, los rituales, las salidas, las búsquedas eternas en otros cuerpos de aquello que no sabemos bien que es, un día nos damos cuenta. Y nos estalla en la cara como una gran verdad, como una luz enceguecedora pero que nos muestra los que en el fondo siempre supimos, pero las voces de afuera no nos dejaban escuchar.

A veces, el amor, es encontrarse en paz con uno mismo. Es respirar un domingo a la mañana y sentir el equilibrio de estar completos así como estamos, sin depender de nadie. A veces, no seguir los mandatos es el mejor acto de valentía con uno mismo que puede existir.

A veces, la tranquilidad es ese sentimiento que perseguíamos en otra persona y sólo podíamos encontrarla en nuestro interior.

¿Quién dijo que enamorarse de uno mismo era egoísmo? Algunas almas nacimos para volar libres.

domingo, 15 de julio de 2018

La Rosa.




   Hacía muchos años que Adrián había perdido el rastro de Isabel. Nunca había sabido por qué ella decidió dejarlo.  Nunca supo la razón por la que aquella noche, tras cenar en su casa y hacer el amor, ella le dejó una rosa sobre la almohada y se fue mientras el dormía.

  Simplemente desapareció. Aquella noche hicieron el amor de una manera distinta. Ella tenía una sombra en sus ojos, una tristeza particular que no le explicó.  "Cosas de mujeres, sentimetalismo", fue la respuesta que obtuvo cuando le preguntó qué le ocurría.

  Su perfil de las distintas redes sociales había desaparecido. No atendía las llamadas telefónicas. Poco a poco se acostumbró a su ausencia. Conoció a otra mujer, sin misterios, con la que al poco tiempo formó una familia. Sus hijos le hicieron olvidar el dolor que había sentido y era un hombre feliz.

  Encontrarla fue una estampida de sentimientos que no pudo contener. Estaba enojado con ella. ¡La había odiado tanto por no responder sus llamadas! ¡Se había sentido tan sólo! Pero ¿por qué ella estaba en ese sector del hospital?

   De repente notó su aspecto desmejorado, si delgadez extrema, sus manos temblorosas. Su piel ya no tenía aquella lozanía que supo de sus caricias. Sus ojos, grandes, desproporcionados, lo miraron con una mezcla de tristeza y alivio.

-¿Por qué? ¿Por qué te fuiste así?- fue lo único que atinó a preguntarle.

  Ella hizo un gesto mostrando su cuerpo enfermo.

-Por esto. No tenía derecho.

-¿No tenías derecho? ¡Tenías la obligación! Yo tenía derecho a saberlo!

-¿Para qué?- su voz tenía una tranquilidad que lo asombraba.

-Para acompañarte. Para transitar juntos este camino.

  Por primera vez la mirada de Isabel brilló y sonrió con cierta ironía.

-¿Para acompañarme? No, Adrián. No era justo atarte a una mujer enferma que no podía ofrecerte nada. Y no quise tu lástima.

-¿Lástima? ¡Yo te amaba! Desapareciste, te borraste de la faz de la tierra!

-¿Desaparecí? Todos estos años viví en la misma casa.  Sólo apagué unos días el teléfono y salí del mundo virtual. Vos no me buscaste.

- ¿Por qué no volviste a llamarme?

-Porque me olvidaste.

-¿Olvidarte? Ni uno solo de estos años deje de pensar un día en vos.

Isabel respiró profundo. Sonrió. Se acercó a él, le acaricióla mejilla.

-Armaste una familia. Tenes hijos. Saber que sos feliz me dio fuerzas todo este tiempo.

-¿Cómo sabes eso?

-Porque nunca me alejé tanto de vos como para no saber como estabas. Me fui porque mi mayor dolor no eran las molestias de esta enfermedad, sino pensar que iba a ser un peso en tu vida, que decírtelo sería obligarte a vivir un calvario a mi lado.

- No me diste a elegir!!

- Si. Elegiste. Cuando decidiste no buscarme.

  Una enfermera llamó a la mujer. Ella comenzó a caminar hacia el pasillo, sin mirar atrás.

-Mañana voy a venir a verte. Y cada día. Hasta que estés mejor.

  Ella sonrió. Hizo un gesto con una mano en señal de despedida.

   La mañana siguiente Adrián entró entusiasmado a la habitación de donde Isabel había salido. Una enfermera lo cruzó en la entrada.

-¿Y la mujer que está internada en este cuarto?

-¿Es usted familiar?

- Un amigo.

-¿Ella no le dijo?

  Adrián entró al cuarto vacío. Había una rosa sobre la almohada. Adrián la tomó con lágrimas en los ojos.

-Ella me pidió ayer que le comprara esa rosa. Dijo que usted iba a entender. Ella se fue.

https://youtu.be/6UUxVP5gbXs

jueves, 12 de julio de 2018

Apostar.



"Yo se lo que es apostar, jugarse todo dd una vez y verlo que se va como el agua entre los dedos.

Yo se lo que es arriesgarse porque la suerte estaba de mi lado y me había dejado ganar algunas veces.

Comencé apostando poco, un par de monedas, como si no me importara lo que fuera a suceder. La a tiré sin mirar en donde cayeron, como por compromiso, casi por obligación. Y ese par de monedas me dieron una satisfacción pequeña.

Volví a jugar, poco, como quien se arriesga con miedo, sabiendo que nunca un rayo cae dos veces en el mismo lugar. Tímidamente arrojé las mismas monedas para que el azar cumpliera su rol. Y, otra vez, dupliqué los que tenía.

Aposté de nuevo. Esta vez más segura, más firme, decidida a que podía controlar lo que entregaba, jugué un poco más fuerte. Volví a ganar y parecía que, al fin,la buena fortuna se había enamorado de mi.

De pronto noté todo lo que había acumulado. No se si fue codicia, no se si fue capricho, no se si fue certeza, pero tomé todo lo que poseía, lo que llevaba, y me jugué por entero. Aposté hasta mi alma, confiada en que iba a ganar.

Pero no, volví desnuda y descalza, caminando en medio de la noche, con frío y sin comprender qué había ocurrido, ni como me había dejado llevar por la vorágine de ese juego.

Aposté el alma, la piel y mis sueños, para que se fuera todo de repente, así como si cayera a un profundo abismo sin final.  Sola, herida y confundida.

Aposté la vida y perdí todo,  sin haberme guardado nada para mi.  Sin haber tenido el egoísmo de dejarme algo en el bolsillo para resguardarme. Aposté, sin pensar en mi.

martes, 10 de julio de 2018

Precipicio.



Tal vez detrás de esa puerta habrá un nuevo precipicio. Otra vez una nebulosa que no nos permita ver si el próximo paso lo daremos sobre tierra firme o será un salto al vacío.

Tal vez no haya más que una pared que no conduzca a ningún lugar. O quizás nos lleve a ese lugar que tanto esperábamos.

Quizás todo sea cerrar los ojos y lanzarse a la nada, rezando porque está vez no haya golpes, ni se nos rompa el alma, que allá abajo alguien nos espere, con los brazos abiertos.

Quizás sea volver a arriesgarse. A jugarse con los ojos cerrados. A volar.

jueves, 5 de julio de 2018

Azul.


En este momento el amor se me hace que es de color azul, calmo, sensato, paciente. Como una ola de mar que acaricia la playa, sin golpearla, suavemente, mientras la luna besa la espuma que llega a la arena.

Se me hace la huella que una va dejando, mientras camina con los zapatos en la mano, meditando sobre la vida misma. Mirar al océano y regalarle una sonrisa de satisfacción.

Hemos pasado el tiempo de vivir bajo el rojo verdugo de un sol abrasador y ahora nuestra piel necesita un bálsamo, que la haga sentir la paz de estos años en los que observamos a nuestro alrededor con una calma misteriosa.

El azul esconde secretos profundos que de repente vamos descubriendo, porque la vida nos ha enseñado algunas cosas...poco a poco nos vamos poniendo algo más sabios, algo menos necios, quizás más humildes ante la cercanía de nuestro final y mucho menos soberbios que cuando pensábamos que podíamos comernos el mundo de un bocado.

Azul, eterno y abismal. Maduro y pensativo. Reflexivo y vital. Un amor equilibrado que no nos arrastra hacia ninguna parte, que nos acompaña, caminando descalzo por la arena, con los zapatos en la mano y la misma paz en la mirada.

domingo, 1 de julio de 2018

Duermo



Duermo. Tu dedo recorre mi espalda, desde el hombro hasta la cintura. Se detiene allí. Tu mano se abre y se posa en mi piel. Acaricia mi cintura hasta rodearme  por completo.

No duermo, pero finjo que si, para  que me despiertes o a que te acurruques a mi lado. Tu calor me invade y me tapas con la manta de tu cuerpo. Tu boca desliza un suave beso en mi hombro. Retiras un mechón de pelo que te impide llegar hasta mi cuello.

Ya no puedo disimular que duermo. Tus pies se mezclan con los míos, jugando a que son serpientes que se enredan en un paraíso de telas de algodón. Tu brazo me acerca a tu cuerpo, cuyo aroma actúa como una droga que me doblega, sin dejarme pensar en nada. Sólo sentirte como mi refugio, como mi paz, como lo que se siente cuando uno encuentra su lugar en el mundo.

Jugamos. Tu voz me susurra al pido palabras que ya conozco de antes, pero que parecen recién inventadas. Las escucho como si jamás me las hubieran dicho. Como si tuviera la inocencia que perdí en algún recodo del camino, como si me la hubieras devuelto en algún beso que sentí como si fuera el primer beso que me dieron.

Te miro.  Como si nunca te hubiera visto antes. Como si jamás hubiera mirado a alguien. Como si fuera la primera vez. Te miro como se mira a lo más maravilloso del mundo. Como a eso que el destino me marcó para que fuera mi principio y mi punto final. Te miro como si fuera la última vez que pudiera hacerlo.

Despierto. Y no estás. Y tú dedo no recorrió mi espalda y tu voz no me murmuró ninguna palabra al oído, ni tus ojos se quedaron colgados de los míos como tantas veces lo hicieron. Tu aroma no está en el aire y tu lugar de la cama está frío.

Enciendo la luz. Miro la hora. Son las doce de la noche de otro jueves que mi teléfono quedó en modo silencioso. Es otro jueves a la noche que titila la frase "llamada perdida" en mi celular, con un número que no tengo agendado. Otro jueves que borro el mensaje sin contestar.