domingo, 1 de febrero de 2015

El naufragio.







   Al fin llegué. Estoy en la orilla y ahora puedo descansar un poco. Necesito orientarme, saber en donde estoy, hacia donde tengo que ir. Pero debo recuperar fuerzas. Nadar hasta aquí fue agotador.

   La soledad es buena compañera. Voy armando mi refugio al mismo tiempo que voy rearmando mi alma. La tormenta hizo naufragar no solo un barco o un avión...me hizo naufragar a mí misma. A veces necesito imperiosamente silencio. Los sonidos del viento, del mar son la mejor música que puedo escuchar.

   Alejada de todo, imagino que el mundo sigue sin mi. Que aquél a quien amé continuó su vida, junto a otra persona. Que fui reemplazable en todos los aspectos de mi vida. Porque la vida, allá, del otro lado del océano, sigue su curso y  no puede parar. La que se bajó de ese mundo fui yo. La que se escondió en la isla, fui yo. La que atravesó la tormenta nadando a brazo partido para llegar a una orilla para salvarse, fui yo.


   Toda crisis es una oportunidad. Toda tormenta trae una calma. Los tornados provocan desastres, pero dan la posibilidad de la reconstrucción.