sábado, 25 de agosto de 2018

"Justo ahora"




Justo ahora, que después de tanto tiempo te convertiste en una sombra, vuelves a aparecer pidiendo algo con la mirada.

Justo ahora que ya no recuerdo tu aroma, que en aquellas noches perfumaba mi piel, te presentas con las manos en los bolsillos y los hombros hundidos, mirando al piso sin saber qué decir.

Justo ahora, que olvidé todas las cosas que pensaba decirte si volvía  a verte y que el dolor me repetía noche a noche, ahogándome en mi soledad, surges de la nada en mi puerta.

Justo ahora, que tu rostro se me hizo desconocido, apareces para pedirme un no se qué en medio de un murmullo confuso, monosilábico, en frases que no dicen nada en concreto.

Justo ahora, que no se quien eres, que recorrí un camino tan largo que me alejó de tu sombra, de tu espanto, que encontré una mano llena de luz que se extiende ofreciéndome caminar juntos al sol, vuelves para ofrecerme tu caos.

Justo ahora, que ya no me acuerdo de ti, que no consigo encontrar una sonrisa tuya en mi memoria, que mi alma no vibra con tu energía.

 Justo ahora que me fui, vuelves. ¿Para qué

domingo, 12 de agosto de 2018

El paquete.



Está en un rincón, esperando a que otros decidan su destino. No puede moverse si la voluntad ajena así no lo dispone.

No llora, no ríe, no siente. No piensa, ni pide. Está, como algo que molesta, o como un adorno, según con qué lo hayan envuelto.

A veces está vacío, con un papel de color llamativo y cintas que lo destaquen. No tiene nada, sólo ocupa un lugar hasta que otro objeto más hermoso sea destinado a lucirse en ese rincón.

Otras, está lleno de información,de recuerdos, de emociones que alguna vez recorrieron un cuerpo con la fuerza de la vida. Tiene pequeños tesoros que fueron guardados con la ilusión de atrapar un momento del tiempo, un instante que si o si se fugaría, pero que pudo atraparse en esa pequeña memoria que le damos a las cosas.

Los paquetes dependen de que alguien los recuerde, los busque, los abra y les de un sentido. Para luego dejarlos ahí, nuevamente esperando que su dueño los resucite cuando tenga ganas.

viernes, 10 de agosto de 2018

Peras en el Olmo.



Ella quería peras. Él era un olmo. Ella protestaba todos los días por esa falta. Él no sabía qué hacer para darle gusto.

Ella trajo semillas de peras y las sembró en la base de su tronco. Él hizo su máximo esfuerzo por darles vida.  Ella sonreía feliz pensando en que iba a lograr cambiarlo. Él sufría porque sentía que ella no lo aceptaba como era.

Ella se fue un día, enojada, cuando pasó el tiempo y supo que jamás él le daría sus peras. Él lloró al verla partir, triste, porque su compañía le hacía feliz y supo que siempre la iba a extrañar.

Un día, sin que él pensará en volver a verla, ella volvió con una bolsa en las manos. Hacia calor, se sentó apoyando su espalda en el tronco y sacó una jugosa y dulce pera de su bolsa. Él, feliz, sacudió sus ramas para ser más frondoso y la protegió del sol con su sombra.

martes, 7 de agosto de 2018

"Éramos tan flacos".


Éramos tan flacos, tan ingenuos, con sueños y proyectos por delante. Vemos esas fotos viejas, sonrientes, con el futuro entre las manos y creyendo que podíamos comernos el mundo de un bocado.

Éramos tan jóvenes, con las ilusiones intactas, el corazón entero, la piel sin cicatrices. Éramos tercos y obstinados, jugando con el destino que parecía no tener fin.

Éramos tan frescos, recién salidos a la vida, blanditos, dispuestos a todo por cambiar el mundo, por lograr nuestros propósitos.

Y hoy, revisando fotos viejas, nos veo tan distintos  a ellos, que me pregunto si realmente  éramos nosotros esos jóvenes sonrientes, despreocupados, libres.

Y una sonrisa asoma pensando que en cuánto crecimos, cuánto vivimos, en todo los que caminamos para llegar hasta este exacto lugar en el que nos paramos, para mirar hacia atrás, en los miedos a los que les ganamos la batalla, los que nos hicieron caer.

Pienso en las dudas que nos recorrían, las inseguridades que escondíamos en cada prenda de última moda, en los desafíos que nos planteábamos para demostrar a los otros que sí, podíamos hacerlo. Que éramos valientes y audaces. Inconscientes y temerarios.

Pienso en que hoy, que ya no estamos tan flacos, tan sonrientes, tan libres, somos mas fuertes, más seguros, mas sabios. Con las manos cargadas de amores que fueron historias, con lágrimas que trocaron en sonrisas, con el temple que ganamos gracias a la experiencia, a todos los caminos que tuvimos que transitar y al amor que supimos cosechar.

sábado, 4 de agosto de 2018

Ciegos



Tienen los ojos bien abiertos. Se miran, pero no se ven. Se buscan en medio de la multitud y no se encuentran.

Tantean sus cuerpos, se tocan, se huelen, se mezclan en un torbellino de impulsos, que los lleva más allá de lo imaginable. Siguen sin verse, buscando incansablemente lo que no consiguen encontrar.

Se confunden en abrazos, en caricias que experimentan sensaciones anheladas en sus sueños de verano. Se ríen sin saber de qué y se escuchan...pero no se oyen.

Pasan horas hurgando en el otro, socavando los estratos de su pasado, investigando los por qué, los cuándo, los dónde y los cómo, sin preguntar jamás cuál es el límite, hasta qué punto se puede meter el dedo en la llaga que dejaron otros cuerpos, otras historias, uno mismo.

Y la nada hace un hueco enorme, infinito, que explota en medio de ambos,  cuando el perfume pierde su encanto obnubilador, cuando la caricia raspa como el tacto de una espina, cuando todo cae alrededor como la escenografía de un teatro de marionetas.

Al lado ya no queda más que una masa uniforme e imprecisa de un ser del que sólo queremos alejarnos, porque su vacío nos invade de tal forma que hiela hasta la última fibra de nuestro ser.

Y no vemos que ahí, al lado nuestro, esa nada a la que nos aferramos como si fuera la última bocanada de aire fresco, y que ahora hiede en toda su podredumbre, es nuestro espejo.