sábado, 4 de abril de 2015

Lobos y corderos.









Me gustan los lobos. Sobre todo por qué se a lo que me enfrento cuando detecto a uno cerca. Tal vez porque, en el fondo, yo también soy una loba, desconfiada, solitaria, a veces en manada, pero siempre al acecho de los peligros y de la forma en que debo procurarme mi sustento.


Conozco a los corderos, son dóciles, esperan que los acarren en rebaño hacia dónde pastorear. Fingen una libertad que no tienen, ya que el perro del pastor los persigue y los acorrala para luego llevarlos al corral. Es un juego, ya que ahí tienen a su disposición todo lo que necesitan para vivir, sin correr ningún peligro. Otros se preocupan por su sustento, otros los cuidan, los corderos sólo se dedican a vivir su vida sin ninguna clase de preocupaciones.


El problema suelen ser los lobos con piel de cordero. Ellos no solo le mienten al rebaño, también se mienten a sí mismos, dando lecciones de cómo ser un buen cordero sin serlo, sólo para tener al rebaño detrás suyo, dispuesto a creerle todo, y listo para cuando en el primer descuido, pueda atacar. El lobo con piel de cordero jamás asume su verdadera personalidad y detesta a los lobos que no usan ningún artilugio, sobre todo aquellos que puedan intentar sacarle su falsa piel, ya que el engaño es la única forma de sustento que conoce

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