jueves, 25 de octubre de 2018

Te amé.




Te amé con la furia loca de quien no piensa en riesgos. Sin importar si salía malherida y rota. Sin ver lo que tenía enfrente de mí, luchando en contra de todos los molinos de viento a los que creía gigante.

Te amé, con una fuerza desconocida, con una capacidad ignorada  por mi para ofrecer lo más profundo. Te amé a pesar de todo.

Y te amé con el hambre animal de quien encuentra su refugio, su lugar en el mundo, su paz. Te amé a pura inconsciencia, poseída por un valor que no sabía que tenía.

Te amé hasta que no pude más, yendo más allá de mis propias fuerzas, nadando hacia una tormenta de la que no sabía si iba a salir con vida. Y, aún sabiendo eso, te amé.

Corrí todos los riesgos, porque amarte me daba vida, porque valía la pena, porque tras la batalla me esperaba el refugio de tus brazos...

Pero no te alcanzó, y no podía amarte más, porque sólo quedaba darte mi vida para que supieras cuanto te amaba.

Y decidí abrir la ventana y dejarte en libertad, que volaras a otro cielo en donde encontrases un amor que te colmara.

Porque te amé como no podía amar a otro. Porque te amé como no amaré nunca a nadie. Pero ni podía darte más.

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