sábado, 18 de febrero de 2017

Los amantes.



No supieron en qué momento ocurrió.  Pero desde ese día, sus vidas cambiaron para siempre. Vivir contando las horas para verse, perderse hasta la locura recorriendo sus cuerpos, porque ninguno sabia si habría "próxima vez".

Volver a sus vidas, sabiendo que nunca podrían dejarla, pero que tampoco podrían dejarse,  porque eran, uno para el otro, como el oxígeno para sostener la vida.

Sentían culpa porque nada en sus vidas era tan malo como para romper sus vínculos.  No se atrevían a decir "ya no te quiero" porque tampoco era verdad. Pero era un cariño ligado a la costumbre, que había llegado a una meseta, que tenía días y horarios, obligaciones, rutinas.

Ellos eran lo nuevo. La oportunidad que perdieron cuando, años atrás,  asumieron compromisos impensados, fuera del plan de vida que  habían hecho, en donde la culpa, si, otra vez la maldita culpa, no podía decirle al otro a los gritos que no querían,  que eso no era lo que habían pensado, que un descuido les torció el rumbo y las responsabilidades hicieron que dejaran sus sueños a un lado.

No lo planearon, no lo buscaron, pero no podían evitarlo, sus cuerpos se pedían a gritos mutuamente. Sus besos, sus caricias, sus deseos eran algo tan inevitable como la vida...y tan fatales como el destino.

Nunca se plantearon las razones, les pasó lo que le pasa a los que tienen que encontrarse para saber lo que se siente incendiarse por dentro y que solo una persona sea capaz de provocar la lluvia necesaria para apagar ese fuego arrasador.

Despertaron de un letargo inmenso y ya nunca más podrían volver a dormirse. Aunque en el camino destruyeran todo a su paso, el riesgo de perderse era peor que el de no haberse encontrado nunca.

Eran un volcán en plena erupción, que ya no puede retroceder;eran la consecuencia inevitable de cada sueño postergado, que un día salen a la luz. Eran su última oportunidad, antes dejaba morir.

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