miércoles, 14 de junio de 2017

Ni tú eres Robert, ni yo soy Francesca.



   Aquél domingo no esperaba verte. Comenzaba a ver por enésima vez "Los Puentes de Madison" cuando tu nombre apareció en la pantalla de mi teléfono. Querías verme. Me sorprendí, pero salté del sillón, me cambié y salí con mi auto a tu encuentro.

Fuimos a un hotel de paso, desatamos nuestro deseo y luego nos pusimos a charlar. Mientras nos acomodábamos, encendiste el televisor y comenzaste a cambiar los canales...y te detuviste en esa película. 

Era la escena en la que Robert espera que Francesca se baje de la camioneta de su esposo y, en medio de la lluvia, abandone todo para irse con él. Están parados en un semáforo y el fotógrafo había puesto la luz de giro, indicando qué camino tomaría. Se iba del pueblo donde la encontró, donde pasó los cuatro días más hermosos y apasionados de su vida.

Francesca tomaba el picaporte de la puerta, debatiéndose entre sus emociones, mientras me abrazabas y fumabas tu cigarrillo y seguíamos hablando y voz baja de cualquier cosa. La camioneta de Robert se fue, dejándo a Francesca atrás.

Nuestros caminos se bifurcaron, como los de Robert y Francesca. Cada uno siguió su rumbo, tomó su decisión y hoy, cuando te ví detrás de mi auto, poniendo la luz de giro y haciendo señal con las luces, miré el semáforo en verde y seguí mi rumbo, sabiendo que había tomado la mejor decisón.

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