martes, 27 de junio de 2017

Reflexión.

Este año me dediqué a escribir. A cumplir un sueño que no se si alguna vez serán "éxitos editoriales"...creo que hoy eso es lo que menos me importa, aunque, por supuesto,  si llegasen a estar en la vidriera de una librería...creo que me daría un ataque de la emoción.


Tal vez todo lo anterior fue un ensayo. Fue adquirir la madurez necesaria para poder sentarme frente a la computadora, tener algo que decir, pero además, tener herramientas para decirlo de la mejor forma posible.


Admiro profundamente a quienes pueden armar un universo de la nada y a los que han podido plasmar en palabras historias desde su más tierna edad. Yo vengo practicando hace años, y admito que los blogs, Internet y estos espacios en las redes sociales me ayudaron a afianzarme y poder tirarme a la pileta con esta aventura.


Como escuché decir a Borges en una entrevista, yo escribo fundamentalmente para mi, sin ninguna esperanza de que alguien me lea.  Y eso es la lectura, contarnos a nosotros mismos historias, cerrar las que sabemos inconclusas o darles ese final que nos hubiera gustado que tuviera la real.


Escribir es dejar volar por una enorme ventana abierta todos los sueños y que crucen  todos los cielos con nuestro mensaje. Es decirle al mundo algo que lo haga detenerse por unos momentos de la locura y es al mismo tiempo organizar nuestras mentes y nuestras almas. Es curar viejas heridas,  perdonar y seguir adelante.


Por todo eso este año me dediqué a escribir y estos textos más largos que los de costumbre salieron volando, se sumaron, las ideas tomaron forma y las palabras, al fin, encontraron la manera de contar su historia a quien quiera, a quien sienta curiosidad, a quien necesite distraerse o a quien se sienta identificado con ellas.

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