domingo, 17 de abril de 2022

Tiempos.


 


Soltar. Sanar. Volar. Seguir el camino, solos, sin rumbo. Vivir mirando hacia adelante, como si el pasado no hubiera existido. Borrar de golpe sentimientos, emociones y vivencias que se construyeron a través del tiempo.


Matar eso que nos duele, que nos sangra, que nos hace quedarnos quietos, en un rincón, abrazados a nuestras rodillas, mientras escondemos las lágrimas, para que otros no nos digan soltá, saná, volá.


¿Acaso piensan que nos gusta estar así? ¿Que disfrutamos con el dolor? ¿Que podemos eliminar con un botón los besos, las caricias, las risas, los años que compartimos? ¿Tal vez existe una fórmula que se bebe por la noche y, al despertar, renacer con otra memoria, sin el dolor de no sentir más su aroma, de no volver a escuchar su voz?


Vivir. Como si fuera fácil levantarse sin que te duela cada músculo, cada fibra, cada célula de tu ser, porque sabés que por esa puerta no va a entrar nunca más tu amor. Ese amor con el que compartiste todo, que supo de tus peores demonios y que te convirtió en un ángel tan solo con una mirada!


Sanar lleva tiempo, quizás el mismo tiempo que te costó contruir todo ese mundo que ahora no está, que se esfumó, que en un abrir y cerrar de ojos desapareció, dejándote sola en medio de la nada, con las manos temblorosas y los labios secos.


Seguir. Sin saber a dónde, porque las huellas del camino se perdieron y no hay nubes para ver si las estrellas te guían. Seguir sin ganas, sin metas, sin horizontes. 


Y solo esperar que el tiempo cure todo, que la brisa calme las heridas, que poco a poco recuperes tus ganas, tu fuerza. A tu ritmo. Hasta que puedas volver a reír, a cantar, a soñar. 


Imágen tomada de la web.

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

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