jueves, 29 de septiembre de 2022

Nadie.


 Nadie.


Nada se asemeja a lo que tu piel me provocaba. El suave roce de tus dedos, que me estremecía hasta lo más profundo de tu ser. La caricia recorriendo mi espalda, deslizándose cómo por un tobogán de sensaciones.


Nada me hace sentir tan fuerte como tu, que me volvía una guerrera capaz de vencer al mundo, por tal de resguardar nuestra paz. 


Nada me volvía más vulnerable como tu mirada, que me convertía en ángel, en hada, en heroína, en ave que encuentra, al fin, su nido.


Nadie me ha hecho sentir tan plena ni tan fuerte, como saberme una con tu cuerpo, como olvidarme hasta de mi nombre con el susurro de tu voz.


Nadie, después de ti, ha logrado que vuelva a ser ese volcán en erupción, esa tormenta en el océano, mi esa calma tras la tempestad. Nadie me ha mirado dormir, murmurando palabras que solo nuestros sueños comprendían.


Después de ti, ya no queda nada más que un desierto, vacío y silencioso, en el que no encuentro más que soledad.


Imágen tomada de la web.

© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2022

No hay comentarios:

Publicar un comentario