miércoles, 27 de febrero de 2019

Nada.




Nada. Simplemente le quedaron las manos vacías.  Todo lo que había tenido, se borró tras la puerta que se cerró cuando él le dio la espalda.

Sola. Sin nada que la dejara comprender por qué así, de repente, todo había terminado. Con un silencio frío como el hielo envolviéndola en las sombras.

No supo darse cuenta cuándo él comenzó a alejarse. Ni por qué así, sin explicaciones, tomó sus cosas y se marchó, apagando su mundo.

Le había dado todo. Todo lo que una mujer podía darle a un hombre.  Pintaba arcoíris en el techo con tal de provocarle una sonrisa. Cocinaba todas  las fantasías por tal de verlo feliz. Se hubiera convertido en genio de una lámpara maravillosa, solo para cumplirle cada deseo.
Se deshizo de todo lo que tenía para complacerlo.

Sin embargo, no alcanzó.  No fue suficiente.  No supo qué mas hacer para demostrarle todo el amor que sentía.

Ella nunca pidió nada a cambio. Sólo un abrazo, una sonrisa y verle una luz en la mirada. Ella únicamente dio.

Su partida le provocó el mayor de los dolores, ese que atraviesa el corazón y lo rompe de una sola vez. La dejó sin luz, sin fuerza, sin energía para tan siquiera dar un paso hacia ningún lugar. La dejó  sin decir palabras, llena de preguntas y con la duda eterna de por qué no le alcanzó todo el amor que le ofreció.

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