jueves, 20 de junio de 2019

El hijo que no tuve.




El hijo que no tuve hace malabares en una avenida, se acerca a los coches que esperan detenidos el cambio de semáforo y le hacen gestos a través de las ventanillas cerradas.

El hijo que no tuve los domingos se planta en una ruta a hacer acrobacias, con los pies descalzos y los chóferes de algún ómnibus le regalan una bandeja con golosinas, que les sobraron.

La hija que no tuve recorre los comercios con una mochila rota en la espalda, preguntando si les sobró algo para darle.

La hija que no tuve tiene los bracitos marcados por el cigarrillo y las huellas de los abusos.

Los hijos que no tuve están en las plazas, reunidos con otros hijos más grandes, aprendiendo que la calle es dura y la indiferencia duele más que un puñal.

Los hijos que no tuve perdieron la inocencia atrás de un expediente al que nadie apura para que siga siendo un niño, porque nadie piensa en sus derechos de jugar, de mirar al cielo y reir.

Los hijos que no tuvimos  los que no pudimos tener hijos, están ahí, tan cerca y tan lejos, tan imposibles de alcanzar y, sin embargo, con una firma, tan posibles de ser.

(Escrito hace dos años)

©Cristina Vañecek- Derechos Reservados 2019

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