sábado, 10 de agosto de 2019

Lazos eternos.



Más que primas fueron amigas. Fueron compinches.  Fueron hermanas.

Se llevaban unos 15 años de diferencia, pero eso nunca fue un impedimento para que no fueran a comer, no se juntaran a jugar a las cartas, a charlar o pasar un buen momento.

Fueron tan simbióticas que, sin saberlo ellas, una se enfermó detrás de la otra. Casi de lo mismo. Y, mientras una estaba aún luchando por su vida, la otra moría. Y, sin que nadie le contara este acontecimiento, la otra falleció pocos días después.

Quiero creer que la siguió, porque no iba a soportar este mundo sin su otra parte, sin esa mitad que siempre tuvo en ella. Pienso que la primera en partir la llamó, diciéndole qué buen lugar era ese al que había llegado.

Quiero creer que hay almas que están juntas más allá de toda lógica, unidad por un lazo más fuerte que cualquier cosa que podamos imaginar.

Dedicado a N. y M.

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