lunes, 1 de junio de 2020

Horizonte. Crónicas del Coronavirus



Por momentos, angustia pensar que nunca se terminará este tiempo sin tiempo, llamado cuarentena.  Esos días grises, en que  recorres el listado de películas y series vistas, buscando algo nuevo en qué llenar el tiempo, mirando la pila de libros ya leídos y harto de los noticieros que solo hablan de lo mismo.

Por momentos, parece que no hay nada más allá de esta monotonía, que solo se rompe para hacer las compras esenciales, con preparativos dignos de un viaje a la Luna.

En el horizonte, vemos las terrazas de los edificios vecinos, que nos tapan el sol antes del ocaso, y envidiando a quien sube en las redes las fotos de sus parques. Parecería que no hubiera un mañana. Pero también, las distintas horas del día son remotamente iguales, no hay tarde, noche ni sol o lluvia que nos quite esta sensación de eternidad detenida.

Hasta que una mañana nos despertamos con un mínimo rayito de sol en la ventana, que nos anuncia que si, que pronto puede terminar, que el día tiene 24 horas. Y algo nos rompe esta rutina, y nos comienza a circular por las venas una energía que ya no recordábamos tener y, de repente, queremos salir y hacer todas esas cosas que dejamos hace ya tanto tiempo.

Renacemos, volvemos a vibrar con alguna canción sencilla, nos sentimos como adolescentes ante nuestro primer amor, puros e inocentes y sabemos que pronto este encierro acabará.

Algo abremos aprendido. Algo nos hace levantarnos y caminar hacia ese horizonte, que hoy vemos más cerca.

Imagen tomada de la web.
© Cristina Vañecek-Derechos Reservados 2020

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