Cuando vemos nuestros recuerdos, ya sea en fotos viejas o en las redes, nos damos cuenta de las cosas que hemos hecho, de los imposibles que hemos superado, de cuánto camino hemos recorrido.
El último día del año acostumbramos a hacer ese balance, a reírnos de nosotros mismos, porque mientras caminamos no podemos mirar hacia atrás.
A lo largo del tiempo he armado un placard, dos mesas de luz, he pintado un auto a rodillo, armé una hidrolavadora, tejí remeras, gorros y puloveres, pinté mandalas, tuve una motito, un auto que se caia a pedazos, otro auto con el que aprendí que las peores cosas te pueden pasar en el momento y lugar mas inoportuno. Use una bicimoto, me accidenté, nací de nuevo, bajé cambios, aprendí que tenia mucho que modificar, llegó mi primer auto nuevo, conocí a quien me haría dar un vuelco en mi vida.
Escribí, escribí mucho, reclamé, tuve mi segundo auto nuevo, volví a tropezar con la misma piedra y volví a caer en un abismo profundo. Seguí escribiendo, tejiendo, y armando cosas. Volví a la superficie y aspiré profundo todo el aire que le faltaban a mis pulmones. Solté lastres, reí, lloré y lo intenté otra vez.
Descubrí que heredé la terquedad de mi madre cuando quiere hacer algo y no hay Cristo que la detenga. Que, para cosas diferentes, somos iguales. Y que, a la larga, la felicidad es sentarme con ella a tomar mate en cualquier lugar del mundo.
Me cambié nuevamente el auto, tuve transformaciones y seguí escribiendo. Canté a los gritos en el coche, me reí, lloré, pensé que todo estaba perdido y supe recuperarme. Tuve cáncer y sobreviví a una pandemia. Me quebré el codo, perdí amigas, gané otras, y quise aprender cosas nuevas. Me volví a caer, literalmente, me esguincé y se me acomodaron los huesos y las ideas.
Tuve miedo, lo escondí con coraje e hice lo que había que hacer, sonriendo y tratando de saber que la vida es así. Me derrumbé, pero sin el permiso de demostrarlo. Poco a poco voy acomodando todo, cómo en un eterno rompecabezas, al que alguien desarma justo en el instante en que voy a ponerle la última pieza.
Aprendí que a mi ángel de la guarda nunca le hice las cosas fáciles y que debe ser una especie de Terminator, siempre rescatándome de los peligros y atento a mis imprudencias. Que puedo ser la Mujer Maravilla sin dar vueltas y que la intuición es el mejor lazo de la verdad que poseo.
Que soy como todos y que soy como nadie. Que me costó mucho hacer mi propio camino y hoy, que miro hacia atrás, puedo reirme entre amargo y amargo, sorprendiéndome de mi misma.
Que alrededor mío hay mucha gente maravillosa, que soportó mis disparates, que se enganchó en mis aventuras o que me ancló en la realidad. Que fueron barco, remo y puerto, llevándome a un sueño, acompañándome en una locura o esperando mi regreso para recuperarme.
No se si se puede pedir algo más que estar vivos.
¡¡Feliz sábado!! ¡¡¡¡Feliz 2023!!! ¡¡¡Que sus sueños se cumplan!!!imagen tomada de la web
© Cristina Vañecek-Escritora Derechos Reservados 2016-actualizado 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario