domingo, 15 de julio de 2018

La Rosa.




   Hacía muchos años que Adrián había perdido el rastro de Isabel. Nunca había sabido por qué ella decidió dejarlo.  Nunca supo la razón por la que aquella noche, tras cenar en su casa y hacer el amor, ella le dejó una rosa sobre la almohada y se fue mientras el dormía.

  Simplemente desapareció. Aquella noche hicieron el amor de una manera distinta. Ella tenía una sombra en sus ojos, una tristeza particular que no le explicó.  "Cosas de mujeres, sentimetalismo", fue la respuesta que obtuvo cuando le preguntó qué le ocurría.

  Su perfil de las distintas redes sociales había desaparecido. No atendía las llamadas telefónicas. Poco a poco se acostumbró a su ausencia. Conoció a otra mujer, sin misterios, con la que al poco tiempo formó una familia. Sus hijos le hicieron olvidar el dolor que había sentido y era un hombre feliz.

  Encontrarla fue una estampida de sentimientos que no pudo contener. Estaba enojado con ella. ¡La había odiado tanto por no responder sus llamadas! ¡Se había sentido tan sólo! Pero ¿por qué ella estaba en ese sector del hospital?

   De repente notó su aspecto desmejorado, si delgadez extrema, sus manos temblorosas. Su piel ya no tenía aquella lozanía que supo de sus caricias. Sus ojos, grandes, desproporcionados, lo miraron con una mezcla de tristeza y alivio.

-¿Por qué? ¿Por qué te fuiste así?- fue lo único que atinó a preguntarle.

  Ella hizo un gesto mostrando su cuerpo enfermo.

-Por esto. No tenía derecho.

-¿No tenías derecho? ¡Tenías la obligación! Yo tenía derecho a saberlo!

-¿Para qué?- su voz tenía una tranquilidad que lo asombraba.

-Para acompañarte. Para transitar juntos este camino.

  Por primera vez la mirada de Isabel brilló y sonrió con cierta ironía.

-¿Para acompañarme? No, Adrián. No era justo atarte a una mujer enferma que no podía ofrecerte nada. Y no quise tu lástima.

-¿Lástima? ¡Yo te amaba! Desapareciste, te borraste de la faz de la tierra!

-¿Desaparecí? Todos estos años viví en la misma casa.  Sólo apagué unos días el teléfono y salí del mundo virtual. Vos no me buscaste.

- ¿Por qué no volviste a llamarme?

-Porque me olvidaste.

-¿Olvidarte? Ni uno solo de estos años deje de pensar un día en vos.

Isabel respiró profundo. Sonrió. Se acercó a él, le acaricióla mejilla.

-Armaste una familia. Tenes hijos. Saber que sos feliz me dio fuerzas todo este tiempo.

-¿Cómo sabes eso?

-Porque nunca me alejé tanto de vos como para no saber como estabas. Me fui porque mi mayor dolor no eran las molestias de esta enfermedad, sino pensar que iba a ser un peso en tu vida, que decírtelo sería obligarte a vivir un calvario a mi lado.

- No me diste a elegir!!

- Si. Elegiste. Cuando decidiste no buscarme.

  Una enfermera llamó a la mujer. Ella comenzó a caminar hacia el pasillo, sin mirar atrás.

-Mañana voy a venir a verte. Y cada día. Hasta que estés mejor.

  Ella sonrió. Hizo un gesto con una mano en señal de despedida.

   La mañana siguiente Adrián entró entusiasmado a la habitación de donde Isabel había salido. Una enfermera lo cruzó en la entrada.

-¿Y la mujer que está internada en este cuarto?

-¿Es usted familiar?

- Un amigo.

-¿Ella no le dijo?

  Adrián entró al cuarto vacío. Había una rosa sobre la almohada. Adrián la tomó con lágrimas en los ojos.

-Ella me pidió ayer que le comprara esa rosa. Dijo que usted iba a entender. Ella se fue.

https://youtu.be/6UUxVP5gbXs

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