Tal vez detrás de esa puerta habrá un nuevo precipicio. Otra vez una nebulosa que no nos permita ver si el próximo paso lo daremos sobre tierra firme o será un salto al vacío.
Tal vez no haya más que una pared que no conduzca a ningún lugar. O quizás nos lleve a ese lugar que tanto esperábamos.
Quizás todo sea cerrar los ojos y lanzarse a la nada, rezando porque está vez no haya golpes, ni se nos rompa el alma, que allá abajo alguien nos espere, con los brazos abiertos.
Quizás sea volver a arriesgarse. A jugarse con los ojos cerrados. A volar.
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