domingo, 31 de julio de 2016

Alas.



Alguna vez amé de tal forma que creí que jamás volvería a sentir algo así. Creí que era definitivo, que sería la persona que me acompañaría en este camino hasta la respuesta final.

Tuve la fe de los fanáticos, la ceguera de los necios, la obstinación de quienes deciden no escuchar las señales que nos advierten a los gritos del peligro.

El paso siguiente fue caer a un abismo profundo y doloroso. Del que me costó salir porque la realidad estaba ahí,  al alcance de mi mano y fui yo quien no quiso tenerla en cuenta. Duele más la propia traición que la del otro, lastima más el haberse negado a reconocer los llamados de atención que la falta de sinceridad en la persona que hemos elegido.

Hasta que un buen día nos enamoramos de nosotros mismos. Y decidimos dejar la vida por amor a otro y elegimos quedarnos a vivir nuestra historia de reconstrucción personal. Decidimos amarnos para rescatarnos del abismo y nos creamos alas en el alma para volver a la superficie.

Y volamos, livianos, audaces, simples, sabiendo que la eternidad es este minuto que estamos respirando.

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