El amor se da, se entrega, se recibe. No es una batalla ni una carrera. Sólo son dos personas que se eligen para compartir un camino, ya sea una parte o la totalidad de él.
Pero hay personas que compiten por el amor de otro. Y sin darnos cuenta nos envuelven en una carrera de obstáculos para ver quién es la que más hace para llegar al "premio", cuál merece llevárselo a su casa y ponerlo en la mesa de noche.
Las personas no somos premios, ni somos participantes de un concurso alocado para dejar la vida en pos de algo llamado amor, pero que no es otra cosa más que dependencia, temor a no encontrar a alguien más, miedo a estar solos porque nunca se aprendió a estar con la única persona que realmente nos acompañará hasta el final de nuestras vidas: uno mismo.
Algunas personas dejan su dignidad en pos de llegar a ese premio, y demuestran a cada rato su devoción por ese falso dios, que al primer paso en falso le da vuelta el rostro en busca de otra(s) persona(s) que se jueguen la vida por él, sin que él mueva un solo dedo.
Para lograr el amor, debemos aprender a amarnos a nosotros mismos, a cuidarnos, para no permitirle a nadie que nos ponga en una carrera. El amor es un don, una bendición, la expresión máxima que un ser humano puede sentir. Nunca un premio por el cual dejar el alma, la vida y la propia dignidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario