sábado, 16 de marzo de 2013

Zambullirse



Respirar profundo. Acercarse al borde del trampolín más alto, cerrar los ojos y tirarse en el clavado más emocionante de la vida. Mientras vas cayendo, miles de preguntas por segundo intentan poblar la mente, pero de repente todo queda en blanco, dejando lugar a las sensaciones más intensas que jamás se hayan vivido.

    Dejar que el mundo se detenga alrededor. Que nada ni nadie se interponga, que no haya red que pueda impedir concretar el sueño más hermoso. Olvidarse de los consejos, los reproches, los tabúes, las trabas impuestas por la sociedad. Ser, definitivamente, libre.

     Contener la respiración en el instante exacto en que uno se sumerge en el placer más absoluto. Que miles de gotas estallen en la piel, y el alma explote en miles de fragmentos, reproduciendo el big-bang que dio origen al universo, y sentirse unido a un todo irrepetible, repetidas veces, hasta el infinito. Que cada centímetro de la piel se estremezca con la tibia sensación de que todo se detiene ante nuestra vida, a excepción de nosotros.

      Zambullirse en el otro, recorriendo ése océano de gloria, ignorado y desconocido, perderse en sus aguas, dejarse arrastrar hasta lo más profundo, llenarse de la esencia de la vida original...para volver a la superficie, en busca del oxígeno que nos permita regresar a nuestra vida, habiendo conocido el momento de placer más supremo del mundo.

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