sábado, 16 de marzo de 2013

Hojas en blanco





Fui "la chica que lee", con el ambicioso sueño de ser "la mujer que escribe". Durante años las palabras estuvieron quemándome las yemas de los dedos, porque cada letra que las conformaba circulaba por mis venas junto con mi sangre. Tenía el cuerpo cargado de palabras, de textos en gestación, que iban formándose dentro de mí para ver la luz en el momento exacto que tuviesen destinado para nacer.

Fui "la soñadora incansable", la discípula de Alfonsina, de Gabriela, de Juana, gastando tardes leyendo sus poemas, copiándolos, interpretándolos frente al espejo imitando la voz de alguna locutora de radio...esperando que algún día esas palabras fueran mías. Los mismo con Gustavo, con Rubén, con Baldomero, zambullendo en ése mundo masculino, aprendiendo sus miradas, repitiendo en interminables hojas en blanco sus textos hasta el cansancio, para aprender la música que cada uno de sus versos poseía (viejo recurso que usé para aprender a tocar la guitarra...de memoria, cerrando los ojos y escuchando cada nota repetida por mis manos).

Y tuve miedo. Tuve miedo de que esas palabras no fueran mías, que no se me hicieran propias, y escondí mis escritos, mis devaneos, esos sentimientos que fueron naciendo con el transcurrir del tiempo, esas confesiones que me hacía a mí misma, para poder crecer y aprender, poco a poco, quién era yo.

Hasta que un día, por alguna de esas razones, las palabras me pidieron a gritos salir a la vida. Porque si ellas permanecían dentro mío, morirían irremediablemente. Y el miedo quedó a un costado, permitiéndome descubrir que esas palabras no eran "las de ellos"...eran las mías! Eran mis palabras, que siempre habían estado ahí, esperando el momento apropiado para hacerse oír.

Mis palabras hablaron de mis historias, de mis dolores, de mis búsquedas. De esos anhelos que todos tenemos, y que a veces tardamos en descubrir. Mis palabras llenaron hojas en blanco de cuadernos...y si no hubiera cuadernos escribiría en el piso, y en las paredes, en las piedras, en el mar, en el viento!


Mis dedos queman cada vez que las palabras llegan a borbotones por mis venas, por mis arterias. Una sola imagen, una sola palabra, un hecho cualquiera, hace que desde el fondo más profundo de mi ser, broten miles de palabras, mientras de mis manos se apodera una extraña sensación que se satisface únicamente con el teclado de la máquina; reconozco ser una escritora ambidextra, mi mano derecha sola es una inútil si mi mano izquierda no está escribiendo al mismo ritmo y compás, ambas provocan una danza textual en la que el texto nace, crece....y toma vida propia cada vez que alguien lee lo que escribo.

Mis hojas en blanco sólo esperan a que las palabras que las van a habitar lleguen, en el orden preciso, exacto, minucioso, que cada una les tiene reservada. Mis hojas en blanco son el cielo en donde cada letra va formando vuelo con otra, hasta crear una formación que, dios quiera, llegue a muchos lugares, a quien las necesite  y reconforte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario